Zaira
La invitación a mi madre a un curso de tejido todavía me tiene abstraída, aunque intento sonreír.
Owen y yo estamos de nuevo en la cama, pero no ha pasado nada más. Estoy agotada y creo que él también, porque no hago chistes mordaces ni él me provoca.
—Gracias por lo que hiciste —carraspea.
—No hay de qué —respondo.
—Le agradaste —murmura.
Sonrío, sin decir nada. Su comentario sobre mí mamá y la invitación que hizo me pusieron triste. Me encantaría poder decirle a mi mamá que alguien la invitó a tejer, pero ella no lo recordaría y saber que está perdiendo una oportunidad por culpa de su enfermedad me carcome.
—Creo que deberíamos dormir —digo finalmente.
Owen me mira con curiosidad, pero no comenta nada. Estira el brazo y apaga la luz para que no moleste.
No logro dormirme por un buen rato, aunque trato de apagar mis pensamientos como si tuvieran un interruptor.
Pienso mucho en mi madre, más de lo que debería. Aparece de repente, en momentos aleatorios y es inevitable que recuerde que ella está olvidando todo, que a veces piensa que mi padre está vivo, que seguimos en Siria o que hay una bomba a punto de explotar. Que no recuerda que su hija es enfermera.
Suspiro.
Owen se remueve a mi lado y parpadea.
—¿Sigues despierta?
—Me cuesta dormir cuando ya desperté y salí de casa —respondo vagamente.
No parece muy convencido por mis palabras.
—Conduces bien —comenta como si nada.
—Gracias.
—¿Cómo aprendiste?
Ladeo ligeramente el rostro para mirar el techo.
—Mi hermano me enseñó cuando era adolescente —respondo.
—No sabía que tenías un hermano.
—No está en la ciudad —o en el país, quiero añadir.
—¿Y se llevan bien?
Pienso en mi infancia, en cómo Bashar me apoyó en todo, jugaba conmigo y solía hacer cualquier cosa para verme feliz, hasta que decidió seguir los pasos de mi padre.
—Si, éramos unidos —no pregunta por el uso del pasado en el verbo. Yo tampoco hago aclaraciones. Volteo, dándole la espalda y me acomodo mejor en el colchón para tratar de dormir, evitando a toda costa los pensamientos horrorosos de gritos que llegan cuando pienso en mi infancia—. No sabía que las gallinas podían usar ropa —rompo el silencio para evitar que mi mente gane.
—Clavel creó patrones específicos para Glock —responde.
—Realmente me da curiosidad ver eso —confieso. Lo duda un poco, pero toma su teléfono, desbloquéandolo y abriendo la galería, donde solo parece haber fotos de una gallina—. ¿Se electrocutó?
Owen me mira.
—¿De qué hablas?
—Tiene todas las plumas paradas, jamás vi una gallina tan... eléctrica.
—Glock es una gallina polaca, tienen las plumas así.
—¿Ninguna banda de rock punk intentó robártela? —me río, viendo el plumaje negro de la gallina, que parece haber pasado por algún tipo de proceso nirvano.
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Morfina | SEKS #6
ChickLitSERIE SEKS, LIBRO #6 Zaira trabaja en un hospital. Owen en un club fetichista. Sus vidas no deberían cruzarse, pero cuando la enfermera comienza a tomar clases de defensa que Owen imparte, sus destinos se entrelazan y la tensión entre ellos hace im...