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Zaira

No sé porqué acepté.

No sé porqué la propuesta de Owen se sintió como un alivio, una posibilidad de huir del caos que ha sido mi semana.

Mantuve a Alexis al tanto, pero no es como si ella pudiera ayudarme a solucionar algo. Mi madre no está bien. Ha tenido varios episodios está semana y, sumado a su negativa a tomar las medicaciones, ha hecho que su salud empeore.

María me ha aconsejado internarla, pero no puedo aceptar la idea. Hay una parte recóndita de mí que desea que esto solo sea algo pasajero, aunque sé muy bien qué mi madre no va a mejorar.

No.

Lo de mi madre solo va para peor.

—Solo para que sepas, no suelen ir mujeres a mi casa, así que no esperes detalles rosados o cosas así —me dice Owen, logrando que salga de mis pensamientos.

Tengo la vista cansada, los ojos rojos y apenas podré aguantar otro par de horas sin dormir. Estoy funcionando con el combustible de reserva, y apenas queda algo.

—Está bien.

Golpea los dedos en el volante de la camioneta.

—El otro día en la tienda...

Se queda callado, alimentando la sensación espantosa que tuve al verlo el otro día, riendo y bromeando con una mujer. Fue más la molestia que tuve por sentirme así, que por el hecho de verlo con Adabel. Owen es tan reservado que sé que no me dará explicaciones y no creo que sepa nunca la naturaleza de la relación entre ellos, así que finjo que no me importa.

Porque no debería. No estoy en posición de reclamar nada.

—¿Por qué fuiste anoche a mi casa?

—Porque quería saber cómo estabas y no respondiste a mi mensaje.

—¿Es algo que se volverá un hábito?

—¿Qué cosa?

—Que toques mi timbre a medianoche.

Estamos en un semáforo, así que voltea completamente para mirarme.

—Solo necesitaba saber que estabas bien —no le digo nada—, pero no lo estás y sigo sin entender qué pasa.

—No tiene solución, Owen, así que no tiene sentido perder energía en tratar de arreglarlo.

Cruzo los brazos, como si eso pudiera protegerme del mundo exterior.

El hombre se mantiene callado hasta que cruzamos el puente. Una vez pasado, vuelve a mirarme.

—Glock probablemente intente atacarte. No te asustes, es su forma de reclamar atención.

No pasa mucho tiempo. Detiene la camioneta y apaga el motor frente a un extenso terreno, de pasto verde, árboles y una casa en la lejanía. Todo el lugar me recuerda a mi hogar en Siria. Excepto, claro, por el considerable corral que está cerca de la casa. Es casi del mismo tamaño.

Miro alrededor, esperando el ataque inminente de la gallina electrocutada, pero no aparece hasta que estamos más cerca de la construcción.

Primero, no se acerca. Mira a Owen y a mí y me evalúa de refilón antes de decidir acercarse. Sus pisadas me hacen sonreír por primera vez en toda la semana y me pongo en cuclillas.

—Hola —no sé tratar con gallinas, así que hago lo que haría con un perro y dejo mi mano extendida, esperando a que ella se acerque.

—Glock, no seas caprichosa. Te eduqué con modales.

Morfina | SEKS #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora