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Zaira

La visita de Alexis y el significado tras los cupcakes que me trajo me tienen con una sonrisa durante todo el fin de semana.

Bueno, lo que pasó con Owen también. Me siento como si caminara sobre una nube de algodón.

Tarareo una canción cuando salgo del hospital. Todavía estoy sensibilizada por la partida de Esther, pero he ocupado mi mente en otros pacientes y transformé el dolor en curación.

Me acomodo el bolso y reviso la hora en mi teléfono. Mi fondo de pantalla con Alexis y Katia me hace sonreír.

—¿Ya te vas? —Dylan, uno de los médicos con los que más trato tengo pasa por mi lado.

—Si, ya estuve aquí el tiempo suficiente.

—¿Quieres que te lleve? —gira las llaves de su coche en su dedo índice, con una sonrisa leve. No es la primera vez que se ofrece y tampoco sería extraño que me invite a salir, porque ya lo ha hecho.

—Prefiero caminar, pero gracias.

—No hay de qué. Descansa, Zai —me sonríe y le devuelvo el gesto.

Me alejo y tomo el camino que me lleva a la casa de mi madre. No ha pasado nada, pero quiero verla. Con lo de Esther, estuve un poco decaída y no quise que me viera así.

Además, lo que pasó con Owen me dejó atontada. Atontada, pero en serio. Quedé como boba tras su partida, pero en un buen sentido.

Dejó una sonrisa en mi rostro un día de tormenta y eso es impagable.

La lluvia me pone nerviosa, la detesto. Eso, sumado a la muerte de Esther me dejaron catatónico y su aparición rompió ese círculo.

Pienso en todo lo que hemos hablado y en cómo se sinceró conmigo, como si hubiera bajado la guardia por un rato. Inevitablemente, recuerdo lo que vi cuando fui a despertarlo. He tratado con personas llenas de cicatrices y no es algo que me genere rechazo, pero fue extraño verlo en él. Un hombre que parece tan fuerte, tan irrompible...

Sacudo mi cabeza. Victimizarlo y sentir lástima por él está mal y solo me queda encontrar la mejor forma de abordar algunas ideas para que el dolor sea menor, ahora que sé qué pasó. Si es que Owen se deja ayudar.

Poco después, llego a la casa de mi madre. Alicia, su cuidadora, me saluda cuando entro a la cocina.

—¿Qué tal el trabajo?

—Aburrido, pero no me quejo —dejo mi bolso en el respaldo de la silla y me quito el abrigo—. ¿Por aquí todo bien? ¿Dónde está mi mamá?

—Se está vistiendo. Parecía bien hoy, un poco más conectada.

Sonrío. Hay días en los que podemos hablar y me permito fingir que no hay una enfermedad comiendo sus recuerdos y su personalidad.

Pasan unos pocos minutos antes de que ella aparezca. Tie un vestido con mangas tres cuartos, por debajo de las rodillas y un collar con un dije de oro que le regaló mi papá.

—Hija.

—Hola, mami —me pongo de pie, acercándome a ella. Es inevitable que la evalúe, pero me centro más en rodearla con mis brazos.

Siempre fuimos muy unidas. Creo que haber llegado a un país desconocido, con otro idioma y otra cultura hizo que me refugiara mucho en mi madre y el resto de mi familia y es algo que todavía sostengo.

—¿Te has cortado el cabello? —niego, mientras ella me toca la mejilla.

—Estaré en el patio —Alicia nos deja solas por un rato.

Morfina | SEKS #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora