Nadie fue tan valiente como para abrazarme cuando me estaba destrozando, supongo que la tristeza sigue siendo una enfermedad, pero he vivido con ella desde hace años, estropeando las cosas buenas que me han pasado.
Mis anteojos borraron la claridad, guardaste la corona para la realeza, la robaste de mi habitación, ignoraste los pañuelos húmedos que dormían sobre mi cama, supongo que la tristeza sigue siendo una enfermedad, y no recuerdo haberme sentido saludable antes.
La desgracia no es una palabra que me guste, pero no puedo soltarla de mis manos quemadas, usaste tus audífonos para olvidar la canción que seguía, la tristeza borró la claridad, sumergió mis penas y ahogó a cada uno de mis septiembres felices.
El azul sigue significando algo, el índigo también lo recuerdo, los meses de lluvia siguen diciendo tonterías, la tristeza borró mi alegría, la tristeza me costó la vida, enferma desde que tengo memoria, desde que escribo sobre ella.
ESTÁS LEYENDO
Los poetas malditos nunca mueren IV
PoesíaLos poemas que te escribí son aquellas razones por las que viví, ahora que he escrito suficientes, me pregunto si algún día los leerás para mí...