Intenté perderme en el mapa, cambié mi dirección, pero tú ya habías estado ahí antes.
Buscaba un error en tu sonrisa, pero cada detalle me decía que no ibas a lastimarme, que tu voz sería la canción con la que dormiría cada martes. Lloraste en mi hombro una o dos veces cuando la tarde se estaba agotando, te escuché hablar y te escuché mentirme, saltando sin anteojos hacia el suelo del que jamás salí, la tierra lastima cuando caes sin fe, los hombres lo hacen siempre.
Las llaves de los cajones en los que escondías tu ropa interior favorita, nadie sabrá dónde las ocultamos. Cuando me dijiste que me besarías cada vez que una estrella se transformara en recuerdo en un día en el que el sol seguía sonriendo, estuve triste, pero aún así me besaste, y lo hiciste otra vez esa misma noche, sin estrellas, sin saber que no tenía idea de quien eras.
Intenté cuidar de mis sentimientos, cambié mi dirección, pero tú ya habías jugado ahí antes.
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Los poetas malditos nunca mueren IV
PoesíaLos poemas que te escribí son aquellas razones por las que viví, ahora que he escrito suficientes, me pregunto si algún día los leerás para mí...