Las calles están sanando desde que dejé de caminar sobre ellas, escucho tu voz incluso en mis sueños, cada vez que dices mi nombre, me lastima saber que tuve que irme, supongo que nadie te abraza ahora y te quedas en el asiento más solitario del tren. Los árboles se secan cada mes, sin importar si la primavera los hace florecer, siguen tristes y marchitos por dentro, extrañando las lluvias de julio y la tormenta que los hizo bailar años atrás, cuando aún podía verlos. Te vas cada vez más lejos, tan distante como solías serlo, los vagones se están apagando justo en la estación en la que vas a olvidarme, tengo miedo de que decidas bajar y quedarte ahí cuando pensé que volverías a verme, aunque yo no pueda hacerlo, estoy contando tus pasos hacia la salida y notando la manera en que tus rodillas tiemblan, pero tienes una nota mía detrás de tu teléfono, la más linda y vulnerable que pude haber visto, así que si decides marcharte, me harás creer que te has ido, para no recordar que fui yo quien tuvo que irse.
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Los poetas malditos nunca mueren IV
PoesíaLos poemas que te escribí son aquellas razones por las que viví, ahora que he escrito suficientes, me pregunto si algún día los leerás para mí...
