Sentía tu presencia abrazando mi cintura, pero tenía miedo de que sólo lo estuviera escribiendo, como lo hice las últimas veces.
Te escuchaba demasiado lejos, pero tarareaba al ritmo de lo que tus palabras distorsionadas disparaban. Tenía miedo de escuchar la verdad, pero era más importante que seguirte viendo, cortabas el sonido y me besabas aunque sabía que por tus ojos cansados y letras incorrectas, estabas esperando el momento indicado para borrar todo lo lindo que he escrito.
Tomaste mis mejillas y el color melón se quedó en la palma de tus manos, recuerdo el azul hasta en la mínima estupidez que camina dentro de mi cabeza y que me hace querer priorizar mi tristeza sobre las hojas que alguna vez manché sonriendo.
Y ahí estabas tú, lo hiciste, rompiste el hielo en la tierra equivocada, los autos se estrellaron, pero creo que mi corazón se lastimó aún más, como siempre lo hace.
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Los poetas malditos nunca mueren IV
PoesíaLos poemas que te escribí son aquellas razones por las que viví, ahora que he escrito suficientes, me pregunto si algún día los leerás para mí...