prólogo

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Julián siente la resaca de la noche anterior quemarle la garganta y acentuarse en su estómago, la cabeza aún le da vueltas.

Se frota los ojos y gruñe mientras gira por la cama, enterrando la cara en la almohada.

Es consciente que debe levantarse y arreglarse, pues es lunes y tiene la obligación de ir al colegio.

Ha llegado al límite de faltas, así que no tiene el lujo de decidir no ir.

Se desliza por la cama hasta que sus rodillas tocan el suelo, y entonces cae en la realidad que el despertador aún no ha sonado... o eso es lo que su mente, cansada y dormida por los efectos del alcohol que todavía recorre su torrente sanguíneo, quiere creer.

Su brazo pesado y sin fuerzas, casi como si estuviera muerto, se estira hacia la mesa de luz donde su teléfono debería haber estado cargándose en las dos horas en las que él estaba sumido en un sueño profundo y reparador.

— ¡La puta madre! — exclama, abriendo los ojos en cuanto su mirada cae en la hora que marca la pantalla de su celular.

Está media hora tarde y para colmo ni siquiera ha desayunado.

Siente todo el cuerpo pesado y las extremidades entumecidas, cansadas.

Sabe que no será un buen día y que probablemente llegue tarde al colegio.

Su preceptora lo odia, así que no le perdonará la llegada tarde.

Es un total misterio el cómo logra ponerse de pie, más aún cómo salta hacia el ropero y encuentra el uniforme en lo que parece un lento pestañeo.

Aún sigue medio perdido y los efectos del alcohol recorriendo su sistema no lo ayudan en absoluto.

Se marea por un segundo en el que el suelo de cerámicos blancos y negros de su habitación se mueve debajo de él, producto de que sigue medio ebrio.

Tiene que sostenerse de la silla con rueditas de su escritorio y maldice por lo bajo cuando se desliza por el suelo, provocando que pierda su propia estabilidad y que todo continúe girando a su alrededor.

Respira profundo y se dice a sí mismo que si no se apura, no llegará a tiempo.
Ya es consciente que no comerá nada y que probablemente se desmayará en medio de la oración a la bandera, pero eso no es su problema más importante en este momento.

Resulta ser que no tiene faltas, y que su madre no le pagará una reincorporación porque ya le había avisado que se comportara o tendría que tomar medidas estrictas.

Bufa y se pasa los pantalones por las piernas con rapidez, trastabillando con sus propios pies cuando intenta ponerse los zapatos al mismo tiempo.

— ¡La puta madre que me re mil re parió! — maldice por milésima vez.

La camisa blanca se desliza pulcramente por sus brazos y de un segundo a otro se encuentra prendiendo los botones mientras abre la puerta de su habitación. La corbata roja, que debería de estar en su cuello, se encuentra entre sus dientes, dado que ya no tiene manos para actuar.

Baja las escaleras casi corriendo, saltando de a dos escalones porque el tiempo le juega en contra, porque jamás fue su amigo, y porque el universo lo odia con todas sus fuerzas.

Levanta la vista hacia el reloj de pared que está sobre la puerta de entrada y se da con que ya no tiene tiempo para llegar a la escuela sin que le cuenten una falta, pero aún así no va a arriesgarse a nada. No quiere dar por perdido el hecho que puede convencer a Coni, su preceptora, para que se la deje pasar esta vez.

Julian sabe que no funcionará, que eso no va a ser nada más que una pérdida de dignidad terrible, pero de todas formas, llega a creer que tiene una oportunidad. Se convence de que la tiene tan sólo porque no quiere enfrentarse al castigo que su madre le impondrá en cuanto se entere que se ha quedado sin faltas otra vez.

english love affair [julian y enzo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora