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Resulta que, entre manos inquietas y besos ávidos, llegan a un hotel escondido bajo la sombra de árboles altos y denso follaje.

Julian no tiene ni la más pálida idea de dónde se encuentran, pero supone que no debe ser muy lejos de Londres, porque no han utilizado un avión para llegar.

Se ha encargado de enviarle mensajes a Paulo contándole, a medias y escondiendo la verdad, qué es lo que hará durante las horas de la noche y dónde ha estado en lo que va del día.

Parece ser que, después de todo, Alejandro, Alexis, Erling, otro amigo de Paulo y, obviamente, Paulo, han salido de joda.

Totalmente ebrios, sus voces y la música de fondo saturan los parlantes del teléfono de Julian mientras sus dedos vagan, llenos de desinterés, a través de la pantalla.

Una mueca se desliza por sus facciones angelicales, y sus piernas, estiradas sobre el sillón, se doblan, apoyándose una sobre la otra, a su costado.

Están en una habitación reservada, porque, y según Enzo, las empleadas de su padre no tardarán en llegar para darle un serie de indicaciones a seguir.

Ya le ha dicho que su trabajo el día de hoy es mantener ocupado a un viejo que casi le triplica la edad.

En cuanto Julian preguntó exactamente qué es lo que tenía que hacer, se arrepintió de haber aceptado acompañar a Enzo.

Él no va a bailarle a un viejo desagradable. No es un muñeco disponible para utilizar como distracción sexual.

Terminaron peleando por eso, claro está.

Enzo al final aceptó cambiarle los papeles. A sabiendas que su padre lo asesinará.

¡Ah! Las cosas que uno hace por amor.
Suspira, observando al dueño de todos sus problemas.

No comprende cómo puede estar sentado tan tranquilo, con esa mueca que se asemeja a la tristeza y sus ojos brillantes, enormes. Sus dedos apenas si se mueven sobre la pantalla. Su codo izquierdo está clavado sobre el sillón, sirviendo de sostén para su mano que mantiene el teléfono levitando.

Se ha lanzado una gorra por la cabeza en el instante en que cruzaron la puerta, tan sólo para que Enzo no pudiera verle los ojos a través de la visera.

¡Qué iluso! Si tan sólo supiera que eso hace que resalten aún más el color de sus ojos, resaltando entre cualquier otro par de ojos y tiene sentido porque Enzo sólo se está fijando en él.

Ojalá comprendiera que sus iris brillantes se asemejan a dos faroles que alumbran la oscuridad de una noche amarga, triste y solitaria; como todas las de Enzo antes de conocerlo a él.

Se muerde el labio inferior y ladea la cabeza. La sombra de sus pestañeos inconscientes y lentos, ocultos tras sus lentes de sol, es comparable con la actividad que realiza el astro solar las tardes de verano, cuando entra y sale sin sentido alguno. A veces uno piensa que quiere esconderse, pero luego reaparece con una resolana insistente que te hace transpirar; al igual que la mirada de Enzo.

—¿Hasta cuándo vas a seguir enojado?

—Yo no estoy enojado. —Julian responde, sus ojos fijos en la pantalla brillante de su celular.

—¿No?

—Ya te dije que no. —uno de sus brazos se desliza por su marcada cintura, y sus dedos logran alcanzar un nimio pedazo de sus medias cortas.

—¿Necesitás que repa...?

—No, Enzo. —Julian lo corta, lanzando el teléfono al sillón. Su puño cerrado cae al lado del aparato, demostrando su enojo. Sus ojos, inyectados en ira, emanando veneno, se fijan en el rostro de Enzo.

english love affair [julian y enzo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora