EPÍLOGO

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Deslizando unos lentes de sol por el puente de su nariz, el día de Julian apenas comienza.

Es dieciséis de diciembre, alrededor de las once de la mañana.

Resulta que anoche se ha desvelado jugando con sus amigos a la play y, lo peor del caso, es que ha intentado llamar a Paulo para que se les uniera, pero no hubo forma de contactarlo.

No se preocupó demasiado por eso, porque sabe que el cambio horario es todo un viaje y que quizás a las 2 de la mañana en Argentina, Paulo probablemente estaba en el quinto sueño en Holmes Chapel.

Pero ahora, mientras mezcla un poco de vodka en su jugo de naranja, que resulta ser su desayuno, se pone a pensar que tampoco ha hablado con Enzo y que es todo demasiado extraño.

Frunciendo los labios, balancea el teléfono en sus manos para poder desbloquearlo.

Una vez que lo hace, presiona la aplicación de contactos y desliza su dedo en la pantalla hasta que encuentra el número de Nicolas.

Presiona el táctil.

Parece coincidencia del destino, porque en el instante en que lleva el teléfono a su oído y lo sostiene con su hombro contra su mejilla, el timbre retumba en la planta baja.

Sabe que las visitas en su casa están prohibidas, y esa regla la ha impuesto sólo él, porque no quiere a nadie que lo moleste mientras está en su proceso de duelo.

Emilia, su mejor amiga, siempre se harta de decirle que hace como un mes y medio que sigue en ese embrollo absurdo que sólo lo llevará a un pozo depresivo.

Pero Julian es terco.

Sosteniendo el vaso repleto de alcohol, arrastra sus pies a través del pasillo que conecta la cocina con el recibidor.

Dirigiéndose hacia la puerta, escucha perfectamente cómo la llamada es descolgada del otro lado.

—¿Nico? —habla, estirando su mano para tomar el picaporte.

¿Con quién tengo el gusto?

Julian frunce el ceño al mismo tiempo que tira del picaporte para abrir la puerta.

¡Ah! Hablando de Roma...

Emilia lo mira con cara de muy pocos amigos, golpeteando su pie en el suelo mientras que de sus dedos cuelga un maletín rosa.

Julian suspira de sólo saber el desastre que va a ser esto.

Corriéndose hacia un lado para dejarla pasar, vuelve a contestar:

—Soy Juli.

¡Ah! Disculpa. Hola Julian. —Nicolas contesta de repente, y, por el tono de su voz, Julian cree que está ebrio, así que no servirá de mucha ayuda.

Camina de vuelta hacia la cocina, persiguiendo a Emilia lo más rápido que puede.

—Si, bueno, no sé qué horas serán allá, pero quería saber si tenías idea de qué es de la vida de los chicos.

Emilia frunce el ceño. Levantando su rostro, lo señala con la barbilla al mismo tiempo que deja sus cosas sobre la mesa.

Julian quiere llorar cuando observa la cabina de secado de uñas en forma de oso panda.

Desde que Emilia empezó con ese cursito para hacer uñas, Julian ha sido su modelo, más bien, su conejillo de indias.

Se encoge de hombros, y es entonces cuando escucha la voz media adormilada de Nicolas.

No, Paulo está con su mamá, creo.

Julian frunce el ceño. Paulo le había dicho que su madre salió de viaje de negocios y que tardaría un mes en regresar.

english love affair [julian y enzo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora