FIN

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De pie frente a la puerta de la casa de Paulo, los dedos de Julian tiemblan cuando toma el picaporte.

El metal frío quema su piel y, al hacerlo, los recuerdos de Enzo besando sus labios como si jamás volviera a verlo llenan su mente, sin contar lo tierno que fue al traerlo hasta su casa y la cantidad de veces que le repitió que lo ama.

Un montón de aire se acumula en sus pulmones cuando aguanta la respiración antes de girar el picaporte para abrir la puerta.

Exhala.

No hay nadie en el recibidor, así que eso le da indicios de que no puede estar ocurriendo nada tan grave.

Llenándose los pulmones de aire otra vez, e intentando juntar un valor que hasta ahora no se ha hecho presente, eleva la voz:

—Paulo? —titubea, porque los nervios son tantos que ni siquiera sabe por qué no le están temblando los dedos.

Su voz hace eco en el interior de la casa, como si todo estuviera vacío.

Si uno presta atención, se puede escuchar perfectamente los latidos alocados del corazón de Julian.

Agonía total es la que experimenta el cuerpo de Julian estando a la espera de alguna señal que le diga que en serio está todo en orden.

Puede observar el sol, escondido tras las nubes grises que pintan el paisaje otoñal, que se cuela por el tragaluz que está en la parte más alta del techo.

A veces, la madre de Julian lo compara con el sol. Le dice que es porque él es brillante, y que siempre le da calorcito cuando en su vida todo es frío.

Julian comienza a tronar sus dedos, uno por uno, muriéndose de los nervios.

No quiere subir las escaleras porque no sabe qué es lo que le depara arriba.

Cuando de verdad cree que todo está perdido y que Paulo lo ha llamado para molestar, observa su cabello castaño aparecer por el borde del pasillo.

Julian lo escucha quejarse, hacer demasiado esfuerzo, y no sabe porqué.

Hasta que su cuerpo comienza a descubrirse.

Paulo tiene sus valijas en sus manos, arrastrándolas por el pasillo sin tener una mínima idea de que Julian ya se encuentra allí, viéndolo todo.

—¿Qué pasa? —Julian tartamudea desde el primer piso. Sus brazos inertes a cada lado de su cuerpo, sus piernas fijas en el suelo, como si tuvieran raíces. Su corazón se ha detenido, y nadie parece darse cuenta de ello.

—Uhm. —Paulo se detiene a mitad del paso. Apoyando sus palmas sobre la baranda, asoma su cabeza desde el segundo piso. —¿Cómo te explicó, Julian? —murmura, y una de estas muecas de tristeza ocupa su rostro por completo.

Julian afirma que tiene ganas de llorar también.

—Si es por lo del vino de tu mamá, yo puedo pagarlo. No tengo problema. Busco mis ahorros o saco de donde sea.

— No, Juli. —Paulo niega con la cabeza. Sus dedos se envuelven otra vez alrededor de las manijas de los bolsos de Julian. —Es por tu mamá.

—¿Mi ma...?

—Ajá. —Paulo asiente. Llegando al descanso, suelta los bolsos para que caigan al suelo. Las valijas quedan de pie a su lado. —Y ya no repitas lo del vino, que si te escucha mi mamá nos mata a los dos.

Retomando el trabajo de acarrear con los bolsos de Julian, Paulo comienza a bajar los últimos escalones para llegar al primer piso.

Julian aún sigue de pie, estático y sorprendido. Su corazón ha dejado de bombear sangre y sus pulmones no se inflan como antes, quedándose duros como el cemento.

english love affair [julian y enzo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora