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La primera semana de octubre se siente como estar corriendo descalzo por la playa, escuchando el ruido de las olas romper contra la costa, el viento clamar y jugar con tu cabello, la arena pegarse a la planta de tus pies, el mar humedecer tu piel, el sol golpear las partes indicadas de tu cuerpo.

Quizás se siente así porque Enzo y Julian están jugando a perseguirse a través de la extensa West Wittering Beach, sintiendo la calidez de la arena entrometerse por sus dedos en cada paso profundo que dan.

Casi no hay gente, sólo un par de turistas que han llegado para pasar el rato y nada más, dado que el inicio del otoño es algo que toma a todos por sorpresa, y las temperaturas, al comenzar a descender, no permiten mucho el disfrute de la masa de agua salada que forma parte del paisaje de esa hermosa playa ubicada al sur de Inglaterra, en la ciudad de Chichester.

Enzo tomó la decisión de sacar a pasear a Julian, alejarlo un poco de Holmes Chapel. Y, aunque su idea era hacerlo conocer Doncaster, el corazón se le desarmó en el pecho cuando, hablando banalidades para matar el tiempo, Julian le dijo que le encantaría ir al mar con él.

Inmediatamente, tomó la intersección a Chichester, sin dudarlo ni una vez.

Fue un viaje larguísimo de casi cuatro horas, pero eso no importa cuando su alma se siente besada por los dioses ahora que puede escuchar la risa de Julian fusionarse con el viento y el sonido de las olas. Jura que jamás se sintió tan bendecido.

Cerrando los ojos mientras lo persigue por todo el lugar, se siente tener doce años otra vez, como si el tiempo se hubiera detenido ahí.

Es entonces cuando cree que decirle todo a Julian es una buena idea.

No le importa su pasado tormentoso, mucho menos el qué dirán, porque de todas formas Julian se irá a fin de año y no volverán a verse. Así que no tiene nada que perder.

Si Julian se aleja, serán un par de meses malos y ya no sabrá más nada de su existencia.

En cambio, si no lo hace, supone que tendrá que entregarle una parte de suya para que se la lleve consigo.

En cualquiera de los dos casos, Enzo sale perdiendo, y Julian, sin saberlo, se llevará la mitad de su corazón.

Julian desciende un poco hacia el mar, permitiendo que el agua le salpique la ropa y le empape la piel que ha dejado al descubierto cuando se arremangó los pantalones oscuros.

Siente que se le corta la circulación alrededor de las pantorrillas, pero considera que eso no formará parte de ningún recuerdo, pues el hecho que Enzo haya decidido traerlo acá, es suficiente para empañar cualquier otra situación.

Virando sobre su hombro, alcanza a ver una pincelada del cuerpo de Enzo, quien corre detrás suyo como si quisiera capturarlo; tal vez es así, porque él ha querido darle un beso desde que subieron al auto, y Julian, que es forro por naturaleza, en cuanto pisaron la arena caliente de la playa, no dudó en salir disparado del vehículo, comenzando a correr a toda velocidad para que Enzo no pudiera atraparlo.

Aunque Julian intente hacerse el fuerte, el que nada le importa, sigue siendo un niño.

Su carcajada es sonora, y eso es porque de alguna manera está nervioso y sabe que no podrá contenerse mucho más.

Ama los brazos de Enzo envueltos alrededor de su cuerpo.

Haciéndose el boludo, se tratabilla con sus propios pies inestables, sosteniéndose con una palma sobre la arena húmeda para tomar viaje otra vez.

Pero Enzo es más rápido; siempre lo es.

Llega a él en menos tiempo del que Julian había predicho, y lo toma por la cintura, lanzándolo a la arena.

english love affair [julian y enzo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora