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Julian gruñe cuando el rumor de una música suave le inunda los oídos.

Se saborea la boca, aún dormido. Un sueño pesado y abrumador le impide abrir los ojos. Sus párpados se sienten tan pesados.

— Enzo. — balbucea, preso de la paz que inunda cada rincón de su tierna anatomía.

Mientras su cerebro procesa que ha despertado, sus sentidos comienzan a percibir que todavía sigue en el auto y que al parecer está andando. El sol se cuela por las ventanillas y le golpea el rostro, pintándole las mejillas con un sonrojo de bebé. Un brazo fuerte se mantiene atado en su cintura.

Recuerda que anoche se ha quedado a dormir con Enzo en su auto, que han hablado de estupideces toda la madrugada y que se han fumado una cajetilla de cigarrillos.

Julian jamás se había sentido tan a gusto con alguien como con Enzo. Fue como si la confianza siempre hubiera habitado entre ellos dos, como si nunca él buscó matarlo con sus propias manos, como si el recuerdo del escándalo en la cafetería jamás hubiera sucedido.

Es extraño, pero se siente bien.

Sus párpados se despegan con lentitud, y lo primero que observa es el asiento de atrás.

Frunce el ceño, y un gruñido se forma en el interior de su garganta.

— Juli. — la voz de Enzo es una melodía lenta, una sublime vibración de cuerdas vocales que entra por su canal auditivo como lo más armónico que haya escuchado nunca.

Se llena los pulmones de aire en una respiración pesada, larga, y se remueve en su lugar para comprender en dónde es que está sentado.

Sonríe contra la piel del cuello de Enzo al notar que todavía se encuentra sobre su regazo, que uno de sus brazos se sostiene a su cintura mientras que su mano, grande y tatuada, le acaricia la dermis justo a la altura de su espalda baja. La otra está demasiado ocupada en mantener una ruta recta por la carretera desolada y silenciosa.

Suspira, y entonces se permite acurrucarse en su cuello. Aspirar la poción mágica y encantadora de su perfume, lo hechiza aún más de lo que ya se encuentra.

Enamorado hasta los huesos, cierra los ojos otra vez, viajando en los recuerdos de la noche anterior.

Sus labios son prueba fiel que besos no han faltado, las marcas en su cintura cuentan una historia erótica, y las huellas dactilares de Enzo en su cuello le provocan un latigazo eléctrico por la espina, porque las imágenes borrosas e incompletas de Enzo comiéndolo y apretándole la garganta le generan tantos escalofríos que tiene que tensar los músculos para que el otro no se entere del calvario sexual que es su mente ahora.

— ¿A dónde me llevás? — pregunta, con la voz ronca y la punta de su nariz yendo y viniendo por la garganta de Enzo. Su calor corporal lo abraza por completo, y se siente tan bien con eso, que viaja a otra dimensión, donde sólo están ellos, sin preocupaciones.

Nada lo prepara para las palabras que abandonan la boca de Enzo en ese momento.

— Dijiste que me acompañabas a cerrar un trato.

La puta madre. Julian piensa.

Eso le pasa por hablar cuando está caliente, por no pensar apropiadamente con la cabeza.

¿En qué instante de la noche creyó que sería una buena idea meterse en ese mundo con Enzo? ¿Acompañarlo a cerrar un trato? Está demente.

— ¿U-un qué? — tartamudea. Una gran cantidad de saliva se le acumula en la boca, y hace un esfuerzo sobrehumano para tragarla, dado que ni el aire entra por su sistema.

english love affair [julian y enzo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora