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El calor de julio baña la ciudad por completo, y en el pequeño pueblo de Holmes Chapel, las últimas semanas de clases se perciben en el aire.

Enzo y Julian se han vuelto demasiado cercanos el uno con el otro.

Desde besos a escondidas en el baño en las horas de la entrada, toques impuros por debajo de la mesa – porque si, Enzo ha ocupado el lugar de Paulo desde el día después de la fiesta –, miradas que dicen de todo a un par de metros de distancia, hasta escaparse de clases.

Justo como en este instante, cuando se encuentran corriendo por los pasillos poco concurridos del segundo piso, con su cabello volando hacia atrás y sus zapatillas chirriando contra el suelo recién pulido.

No les apetece quedarse en la última hora, así que han decidido huir de sus responsabilidades tan sólo para fumarse un cigarrillo bajo el sol veraniego o simplemente quedarse en silencio, tumbados en el pasto, observando el cielo y el pasar de las horas según las nubes, como caballos esponjosos, galopen sin cesar por el firmamento despejado y celestial.

Julian voltea su mirada sobre su hombro, alcanzando a ver que nadie los persigue y que pueden seguir con lo que están haciendo.

Jamás ha vivido algo como esto, pero el simple hecho de tener la mano de Enzo aferrada a la suya, le da toda esta valentía que no ha tenido desde que llegó a Holmes Chapel.

Sonríe e intenta respirar por sobre los latidos alocados de su corazón, y observa lo lindo que se ven sus dedos entrelazados.

Ha dejado atrás la idea que Enzo tiene otra nacionalidad que no sea inglesa, porque ha puesto atención a la manera en que habla, se ha perdido en su acento y le ha hecho decir un par de palabras a propósito, e incluso ha intentado que no se viera tan obvio. Pero, para su mala suerte, Enzo resulta ser completamente inglés.

Y ya no le importa. O eso es lo que cree.

Una parte de su alma se marchita cada vez que piensa que un inglés ha cautivado su corazón, pero la otra se ilumina en cuanto sus labios se juntan o cuando sus manos se encuentran.

Es algo que no puede poner en palabras, porque Enzo es el dueño de esos sentimientos y jamás sentiría algo así con nadie más.

Con la yema de su dedo pulgar, acaricia en círculos y con delicadeza el dorso de la mano de Enzo, siéndole imposible ocultar su sonrisa cuando la calidez de su dermis le abraza todos los sentidos.

Se siente relajado, en paz y tranquilo, con una seguridad que nunca antes ha experimentado.

Es extraño dado que, quizás y lo más seguro, algún abuelo o tío o pariente lejano, hirió a un familiar suyo.

Las Malvinas no salen de la cabeza de Julian en ningún momento, incluso cuando quiere entregarle su corazón a Enzo.

Por algo las tiene tatuadas.

Doblan en una esquina, sus zapatillas se detienen de a tramos para no caerse, sus remeras finas y coloridas se levantan hacia arriba.

Enzo se siente bendecido en el instante en que gira su rostro hacia la derecha y observa la pequeña pancita de Julian.

Ama esa parte del cuerpo de su amante, se ha pasado horas besándola e incluso ha tenido la dicha de poder dormir apoyando su mejilla en ella. Que envidia.

Enzo sabe que ha tenido demasiada suerte en encontrar a alguien como Julian. Aunque sea argentino e insoportable, siente que le ha caído del cielo, como Julian siempre dice.

¿Acaso te caíste del cielo, ángel?

Si, bueno, Julian también tiene que trabajar en sus piropos. Quizás un poco.

english love affair [julian y enzo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora