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Cuando Julian abre los ojos, porque en algún momento que no recuerda se ha quedado dormido, con la sien contra la ventanilla y la mitad de su rostro apoyado en los nudillos de su puño cerrado y la boca abierta dejando escapar un hilo corto de saliva que se le ha acumulado en su cavidad por esa misma razón, se da cuenta que están detenidos frente a una enorme mansión.

No puede pensar en otra cosa que no sea:

— Wow.

Sus ojos están abiertos de par en par mientras observa detenidamente la arquitectura de aquella casa en lo que parece ser una propiedad privada en Holmes Chapel.

Dos enormes pilares sostienen la entrada, dándole esta especie de vibra de casa antigua. Tiene un enorme balcón que va desde una punta a la otra, barandales negros relucientes marcan una separación justo en el centro.

Las ventanas son de madera blanca, y el techo a dos aguas es de tejas negras.

De pie sobre el porche de madera caoba, hay una señora que no parece tener más de cuarenta años, vestida con un pantalón color café crema holgado y una remera blanca escote en v. A su lado, un adolescente de cabellos claros que aparenta tener la misma edad de Julian, pero sinceramente no puede confirmarlo porque los vidrios polarizados de la minivan le impiden un poco la visión.

Pronto, y como si estuvieran leyendo sus pensamientos, la puerta trasera se abre con el típico sonido de deslizamiento, dejando que el aire caliente se cuele hacia el interior del vehículo y obligue a Julian a bufar.

No puede moverse porque se encuentra rodeado de todas sus cosas, e incluso llega a sentir la espalda un poco contracturada.

— Llegamos, Julien. — Lautaro le avisa, con ese tono burlón haciendo acto de presencia en cada palabra que se desliza de sus labios.

Julian pone los ojos en blanco y vuelve a mirar a través de la ventanilla mientras se despabila un poco.

La mujer que va a ser su madre sustituta mira el reloj en su muñeca y su semblante cambia por completo en una mueca de asombro, como si hubiera recordado que tenía algún compromiso previo y está llegando tarde.

Mueve las manos en dirección a Lautaro, en señal de que se apure, y algunos fonemas se escapan de sus labios en forma de gritos que asustan incluso al adolescente que sigue de pie a su lado.

Julian llega a creer que ha sido mal momento para aparecer en la vida de ambos, pero nadie le da tiempo ni siquiera a adaptarse, porque de pronto Lautaro está haciendo hasta lo imposible para quitarle las cosas del medio.

— Van a llegar tarde, dice.

Julian frunce el ceño, demasiado dormido aún cómo para que su mente procese información alguna.

— ¿Llegar? ¿Tarde?

— ¡The school! — la mujer grita por encima del eco de sus zapatos mientras corre en dirección a lo que parece ser su auto.

— ¿Ah? — Julian susurra, perdido en alguna nebulosa lejos de donde realmente se encuentra.

— La escuela. — Lautaro traduce, extendiéndole una mano para ayudarlo a bajar de la minivan. — Están llegando tarde al colegio.

— Uhm. — Julian se queja, aceptando la mano que el asistente le ofrece. Al parecer, después de todo, resulta que no es tan inservible como creía. Por lo menos ahora tiene quien le enseñe un poco de inglés.— ¿Qué día es hoy?

— Lunes.

— La concha de la lora. Los odio a todos. — farfulla, saltando de la minivan para perseguir a la señora cuarentona y a su hijo, quienes serán parte de su familia en este año de castigo.

english love affair [julian y enzo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora