(1) Conmoción

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Conmoción.

Valeria.

La alarma lleva minutos sonando, anunciando que debo levantarme para ir al colegio. Hoy odio este día más que otro en el año, incluso más que navidad o mi cumpleaños. ¿Por qué? No lo sé, en realidad casi todos los días son iguales que el anterior, y odio eso. Simplemente siento que debería odiar este día.

Después de bañarme, me miro en el espejo y suelto un suspiro al notar que las ojeras van ganando más terreno. Es asombroso cómo dormir 10 horas le hacen maravillas a tu cuerpo, dormir 6 te saca ojeras, y dormir 3 te mantiene con la misma energía de alguien que ha dormido 10, pero te deja las ojeras propias de la flagelación que le haces a tu cuerpo. Cosas que uno nota con el tiempo.

Me visto con la típica ropa, realmente no me gusta vestir igual que el resto. Mi armario está compuesto por prendas negras o grises, y prefiero eso antes que usar colores llamativos que hagan creer a la gente que llevo una gran emoción por dentro.

Al cruzar la puerta y empezar a bajar las escaleras espero que empiece el martirio cotidiano de todas las mañanas: escuchar la música “alegre” de Alicia, la hermana de mi madre.

Realmente no me molesta que ponga música, eso la hace feliz, es solo que yo no soy feliz, y esa música me lo recuerda 24/7, por lo que creo que tengo el derecho de odiar esa canción.

Maldita sea, ¿a quién engaño? Odio esa música porque era la música favorita de Dylan, y escucharla me recuerda cada beso con el. Sí, estoy pasando por esa etapa del cambio en el que todo te afecta y te da rabia. Muchos, empezando por la psicóloga, dicen que es solo una etapa, que en algún momento tendré paz, que podré volver a escuchar “El mundo es suyo” de Beret sin sentir ira, y de pronto se convertirá en mi canción favorita.

Todos hablan sobre superar las seis etapas del cambio. Pero yo realmente pienso que el que diseñó este proceso fue un maldito imbécil, pues puso la ira en el medio. ¿Por qué es eso un problema? Una vez que empiezas a odiar, quieres seguir haciéndolo, quieres ver arder al mundo solo porque el mundo fue una mierda contigo.

Citando a Canserbero, “la doctora dice que me deben medicar, pero, ¿saben qué? En el fondo me fascina odiar”.

Y sin darme cuenta llego al final de la escalera, y me limpio los oídos con los meñiques a ver si es que escuché bien: no hay música.

¿Por qué? No es que me queje, pero es lo normal. Odio cada maldita palabra que dicen esas canciones, pero se supone que deberían estar sonando.

—¿Valeria, estás ahí? —escucho la voz de Alicia en la cocina, así que me giro a la derecha y cruzo la puerta de la misma—. ¿Estás bien?

—¿Por qué no lo estaría? —después de un tiempo me acostumbré a dar esa respuesta cada vez que me preguntaban cómo estaba. Y es que, joder, ¿Cómo se supone que esté? Mis padres están muertos y mi novio también. No tengo a nadie en el mundo más que la hermana de mi madre y su esposo. Y eso no es precisamente algo que me guste.

—¿Cómo dormiste anoche?

—En la cama —me siento en la silla donde normalmente me siento, donde veo que ya está servido un plato de gachas de avena con un vaso de jugo de naranja—. ¿O te referías a si dormí de lado o viendo hacia el techo?.

Después de tantos años, creo que Alicia ya se acostumbró a mi actitud.

Es algo que le agradezco, que me deje ser como soy, que respete el hecho de que no es mi madre y que tengo derecho a sentirme como me siento. Todo lo contrario a como era mi propia madre conmigo.

Mi amigo ThomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora