Valeria.
Georgina insistió en quedarse, pero tanto Frank, como Alicia, como yo misma insistimos en que se fuera a su casa a dormir. Después de tanto rogar, terminó cediendo, y Frank la llevó a su casa. Sé que se siente culpable por lo que pasó, pero la culpa la tengo solo yo por haber entrado en ese callejón.
En la noche dormí como por diez minutos, antes de despertar luego de una pesadilla en la que veía a mis padres ser asesinados por el tipo del callejón. Desde ahí no pegué el ojo.
Otra persona que tampoco durmió fue Alicia, que se pasó toda la noche caminando de un lado a otro por el pequeño espacio de cortinas cerradas en que estábamos, y a veces salía por café o por comida. Frank no tuvo dificultad para dormir, y no lo culpo.
Cuando por fin se hizo de día, Frank y Alicia volvieron a la casa a buscarme ropa para irme. Resulta que no tenía daños graves, más que unos raspones y un golpe en la cabeza, así que me dejaron irme a casa y me recetaron unas pastillas.
Cuando Frank y Alicia se fueron me quedé sola, y una enfermera fue a verme, y aproveché a preguntar lo que quería preguntar.
—Señorita...
—Ginger —respondió con una sonrisa revisando algo en la máquina que tengo a la derecha—. Me llamo Ginger.
—Ginger. Me recuerda a mi mejor amiga.
—No creo, nadie es tan atractiva como yo —esta mujer definitivamente me cae bien—. Eh, Ginger, me dijeron que me trajo acá un chico alto, blanco y de cabello negro. ¿Es eso cierto?
—Pues sí, te trajo un chico con esos rasgos físicos.
—¿No dijo su nombre?
—No, pero entre algunas amigas hicimos la apuesta de que era tu novio. Se veía bastante preocupado por tu salud.
¿Preocupado? Bueno, Thomas me lo dijo desde el principio: busca protegerme.
—¿Es tu novio? —me preguntó Ginger—. Es que necesito saber si gané la apuesta o no.
—Eh, no, no es mi novio —dije con una sonrisa.
—Lo sabía, soy muy buena distinguiendo parejas. Y, o sea, obviamente si fuera tu novio se hubiera quedado.
—¿Cómo, se fue? —obviamente Thomas no estaba ahí conmigo, pero pensé que estaría en la sala de espera.
—Casi al instante en que te trajo. Entró todo airado, contigo en sus brazos, pidiendo ayuda a gritos. Pero cuando vio que te pusimos en una camilla y le aseguramos que estarías bien, se fue.
—¿Se fue? —esto no tiene sentido, Thomas estaba aquí cuando desperté.
—Así como escuchaste. Como media hora después llegaron tus tíos, y bueno... aquí estamos.
—Espera, otra pregunta. Si el chico se fue en cuanto me estabilizaron, pudo volver al rato, ¿no? —me parecía la única explicación posible, porque la otra era pensar que me imaginé a Thomas regañándome anoche.
—Puede ser, realmente no ando pendiente de las cámaras. Anoche llegaron muchos casos a emergencias y estábamos full, así que a lo mejor volvió, le preguntó a otra enfermera por ti, y ya.
—Sí, pero, ¿por qué no se acercó luego?
—Tal vez vio que ya estabas en buenas manos con tus tíos, en caso de que sí hubiere vuelto.
—Tiene sentido, de hecho. Gracias, Ginger.
—Para eso estamos las enfermeras.
Cuando llegaron Frank y Alicia me volvieron a dejar sola para vestirme. Luego un doctor firmó mi alta, y me entregaron en una bolsa lo que quedaba de mi ropa. Le pregunté a Alicia por Georgina, y me dijo que estaba esperando en casa para ayudarme en lo que necesitase.
El camino fue silencioso, y al llegar tampoco me dijeron mucho. Simplemente subí a mi cuarto, y allí estaba Georgina, poniendo un nuevo edredón a mi cama.
—Dijeron que me ayudarías, pero no pensé que sería en algo tan básico como esto —digo con sarcasmo.
—Teniendo en cuenta que todo esto pasó por mi culpa, es lo menos que puedo —y ahí va otra vez.
—Georgina, te dije que no fue tu culpa.
—Es que yo estaba embelesada con Juan, y se me olvidó por completo que debía buscarte. En serio, Valeria, fue mi culpa.
—Te repito que... espera, ¿Quién carajo es Juan? —eso me toma por sorpresa.
—Juan. Juan Beret —ella parece entender mi confusión. ¿Quién carajo es ese tal Juan Beret? —. El chico que te presenté en la feria.
—¡Ah! Ese tipo. ¿Cómo te va con el? —me siento en la cama. Ya había terminado de poner el edredón.
—Pues de maravilla. Pero eso no es excusa para haberte...
—No lo digas.
Se produce un silencio incómodo. Sé que Georgina se culpa, pero realmente la culpa no fue suya.
Ella asiente con la cabeza, se gira y empieza a ordenar mi escritorio. Entonces me da cierta curiosidad una cosa que puede que ella sepa.
—¿No sabes quién fue quien me llevó al hospital?
—Ya tuvimos esta conversación —dice sin verme—. Pudo haber sido Tomás, como pudo haber sido cualquier otro chico de la ciudad, Valencia es muy grande.
Solo lo pregunté para confirmar. Georgina definitivamente no conoce a Thomas. Esto ya se volvió algo serio, pues Thomas me salvó ya varias veces. Es justo que Georgina lo sepa.
—Debo decirte algo.
—¿Este es un "tenemos que hablar"? Espera, no estamos en ese tipo de relación —sonríe abiertamente.
—Sé quién me salvó —eso la hace voltear rápidamente y me mira con los ojos bien abiertos—. Esa misma persona me llevó al hospital.
Y le cuento todo lo que ha pasado con Thomas. La conmoción en su cara es potente.
—O sea, déjame ver si entendí. Este chico... Thomas, extrañamente parecido a Tomás, te salvó de suicidarte, luego te prometió que solo quería cuidarte, pero no le creíste; luego de nuestra pelea, este tal Thomas apareció en tu ventana y te salvó de las ideas suicidas dándote la idea de escribirme aquella canción.
»Después de eso, cuando me alejaste, te invitó a la feria y fue la mejor cita de tu vida, pero solo con un amigo, luego de lo cual te besó. Ahora, Thomas casualmente estuvo presente cuando te atacaron, te salvó y te llevó al hospital, pero en vez de quedarse a cuidarte se fue y la enfermera con un nombre parecido al mío te dijo que no sabía si había vuelto. ¿Entendí bien?
—En efecto, sí, así pasó.
—¿Y confías en el?
—Me salvó la vida ya tres veces, además de llevarme a esa cita.
—Pero dijiste que su actitud en el hospital no te gustó. Y o sea, a mí tampoco.
—Sí, pero su intención no cambia. Georg, —digo poniendo una expresión dura—. Thomas me salvó, y yo lo cuestioné incluso luego de que arriesgó su vida para hacerlo.
—Bueno, tienes razón en eso último.
«Tienes razón en es último».
Odio cuando me dicen que tengo la razón, y yo no estoy para nada segura de tenerla.
—Damián Fox no cuidó a Padme, la engañó —logro decir.
—Damián Fox es un personaje ficticio, de un libro pésimo.
—Está bien —asiento con la cabeza y bajo la mirada.
Georgina parece notar mi incomodidad y cambia el tema. Lo único malo es que se puso a hablar de Juan de una manera tan empalagosa que...
Puta madre, no sé por qué me pongo así, si yo era igual hablando sobre Dylan.
No miento, se siente bien hablar sobre chicos. Me siento como una adolescente común y corriente de mi edad.
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Mi amigo Thomas
Ação¿Cuál es la línea que separa lo real de la ficción? ¿Lo que sabemos, lo que creemos saber, o lo que queremos que sea real? Valeria es una chica de diecinueve años de Valencia que aún no ha superado la muerte de sus padres. Su vida da un giro de de 1...