(28) Explicación

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Valeria.

Los días aquí encerrada han sido de la mierda, pero he de admitir que pudieran ser peor. Tomás y yo tenemos agua potable y dos comidas al día. Si tuviera que adivinar, creo que Juan busca mantenernos vivos para darnos esperanza.

La compañía de Tomás ha sido aceptable, pues casi no habla, solo se culpa por lo que pasó. Cree que es responsable de que estemos aquí. Viéndolo desde su punto de vista, puede que sí lo sea, pero yo no lo creo. Sabía que algo iba mal con Juan y no actué a tiempo, por lo que si alguien tiene la culpa aquí, soy yo.

Pero si lo que había pasado en la cocina con Rodrigo hace días fue raro, la conversación que tuve con Tomás fue peor.

—No es tu culpa, hiciste de todo para que no terminásemos aquí —le dije para calmarlo.

—Sí, pero claramente no hice suficiente —respondió sentado contra la pared y secándose las lágrimas—. Míranos, Valeria, estamos atrapados, esperando nuestra muerte.

—Todavía no está todo perdido. No lo permitiré, Tomás, me salvaste y ahora yo nos salvaré.

—¿De qué estás...? Ah, claro, eso. La vez que te salvé de los drogadictos. Bueno...

—No solo eso —interrumpo—. Tomás, me salvaste de suicidarme en el Edificio Black, ¿no te acuerdas? —la cara de extrañeza que puso no tiene precedentes. Tenía cara de que ni siquiera sabía dónde quedaba el Edificio Black.

—Nunca en mi vida he puesto un pie en ese edificio.

—¿Seguro? —digo en broma—. Tomás, estuve a punto de saltar y me detuviste, después me sacaste ideas suicidas luego de mi pelea con Georgina, tuvimos una cita...

—Eh, detente —dijo de repente, y poniendo ambas manos frente sí como para darle veracidad a su deseo—. Valeria, no tengo idea de lo que estás hablando.

—Es imposible. Dijiste que te llamabas Thomas, tus ojos eran distintos, como si usases lentes de contacto quizá, pero...

—¿Se te ocurrió que pudo haber sido otra persona?

—Eso creí al principio, pero fuimos a tu universidad a buscarle y nos dieron tu información. Tomás, tú eres ese Thomas que estuvo conmigo apoyándome todo este tiempo y que creí que planeaba algo en mi contra, pero...

—En serio, Valeria, detente. No soy ese. Mi nombre es Tomás, no Thomas.

—Pero tu escena con Juan. En la fiesta, digo.

—¿Cuál fiesta?

—A la que me invitaste, claro.

—Nunca te invité a una fiesta. Solo te vi la vez que estuviste con Georgina en la tienda de música, y con los drogadictos. ¿Segura que estás bien? ¿No te golpeaste la cabeza mientras te traían?

Meneé la cabeza y le aseguré que tal vez era eso, para restarle importancia. Tomás claramente no sabía de lo que hablaba, por más que para mí fuese más que un recuerdo vívido. Thomas, o Tomás... no recordaba los actos heroicos que me llevaron a el.

Y tampoco recordaba esa escena en la fiesta, en donde Juan lo golpeaba y le ordenaba alejarse de mí. Cuando me enteré que Juan estaba detrás de todo esto, supuse esa pelea tenía algo que ver, pero ahora resulta que Tomás ni siquiera recuerda que Juan casi lo mata.

Comimos como a las 8 de la noche, cuando Juan nos llevó la comida (y nuevamente esquivó mis preguntas sobre Georgina) y luego estuvimos largo rato en silencio. En estas situaciones realmente no había mucho que decir. Digo, encerrados en un calabozo de concreto y rejas bastante resistentes cuyas llaves siempre las cargaba nuestro captor, no había mucho por discutir.

Mi amigo ThomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora