Inmolación (I).
Valeria.
Esa misma tarde Georgina volvió a su casa, asegurándome que estaría conmigo para siempre, y que si necesitaba algo la llamara sin pensarlo. Sé que lo dijo en serio, y es algo que realmente le agradezco. Saber que cuentas con alguien en las buenas y en las malas es algo que muchos subestiman y dan por hecho, y no aprecian realmente a aquellas personas que se pondrían en el charco para que pases sobre ellos con tal de que no te mojes los zapatos y siempre estará para secar tus lágrimas.
Eso es Georgina para mí.
Se quedó en mi mente el recuerdo de los chicos de la tienda de discos. El tal Pedro me pareció gay, no sé por qué, pero también me pareció una buena persona, extrovertido, espontáneo, y que dice lo que piensa de una forma en que no resulte ofensivo. Bastante poco común.
Pero el otro chico es otro asunto, el tal Tomás.
La cara inexpresiva con la que me veía, con esos ojos marrones tan profundos, como si estuviera tratando de analizarme. De pronto siento miedo, como si Tomás hubiera buscado y encontrado en mí todos mis pecados y secretos…
Para tratar de despejar aquellos pensamientos me pongo a ver televisión, acostada en el sofá largo, simplemente pasando los canales sin cesar hasta que llego a uno de música, y río a carcajadas al ver la canción que
están pasando.Nada es igual,
Nada es igual,
Nada,
Sin tus ojos marrones.¿Es en serio? Estoy tratando de no pensar en el pelinegro de los ojos marrones, y pasan Ojos marrones. Siento que el universo se está burlando de mí.
El fin de semana no hice nada. Simplemente me puse a escuchar los discos que compré, y otros que eran de Dylan y que sus papás me regalaron (que llevaban desde entonces en un cajón de mi cuarto, dado que no quise escucharlos para no pensar en Dylan).
Georgina me llamaba para preguntarme si todo estaba bien, y yo le decía que sí, y por primera vez no tenía que mentirle, ni a ella ni a Alicia.
El sábado Georgina me invitó a una fiesta, pero yo no quise ir, así que fue sin mí. No se lo recriminé, ella también tiene derecho a divertirse.
El domingo me puse a limpiar mi cuarto mientras escucho todo el álbum Trastorno Bipolar de Porta, y mi corazón se detuvo cuando encontré en el clóset la libreta en la que anotaba mis rimas y pensamientos frecuentes.
Recuerdo que Dylan era la única persona a las que se las enseñaba. Ni siquiera Georgina sabía de ellas.
En la libreta tengo no solo poemas, sino también canciones que escribí con mi guitarra eléctrica. En ese mismo baúl encontré las partituras. Me sentía vacía al pensar en Dylan, la única persona que me escuchaba cantar y tocar la guitarra, y sentí el impulso de tirar la libreta a la basura.
Pero se supone que tengo que seguir adelante, y que la única forma de superar un miedo es enfrentarlo. Y mi mayor miedo en ese momento era olvidar a Dylan y no volver a ser yo misma. Así que fui a la esquina de mi cuarto y desempolvé la guitarra eléctrica y el amplificador. Lo ajusté para que no sonara tan fuerte.
Pegué la partitura en la pared porque no encontré el cabestrillo donde se supone que va, y empecé a tocar Más perderme.
Cuatro noches sin dormir,
Por dentro no dejo de sentir,
Que pronto me voy a morir,
Y así por fin me iré de aquí.
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Mi amigo Thomas
Action¿Cuál es la línea que separa lo real de la ficción? ¿Lo que sabemos, lo que creemos saber, o lo que queremos que sea real? Valeria es una chica de diecinueve años de Valencia que aún no ha superado la muerte de sus padres. Su vida da un giro de de 1...