Georgina.
Puede que esto no sea una buena idea, pero tengo que hacerlo. Ella no se lo merece.
Valeria ha pasado por mucho, como para también tener que soportar que yo no le hable. El otro día me vio en la feria con Juan y se quedó claramente pasmada. ¿Será que cree que no soy capaz de meterme con un hombre tan guapo?
No, no puedo engañar a nadie. Me metí con Juan para tratar de darle celos a Valeria. Fuimos a la feria para ir conociéndonos, y por mera casualidad estaba allá Valeria con...
¿Quién era ese tipo?
O sea, ¿casualmente se desapareció en el momento en que nos lo iba a presentar? Puede ser que Valeria me haya mentido, y estuviera sola ahí, acechándome.
Dios, Georgina, no eres tan importante como para que alguien te aceche de esa forma.
Volviendo al tema, estoy estacionada frente a la casa de Valeria, tratando de relajarme antes de hacer lo que voy a hacer. Mil posibles futuros me vienen a la mente, desde ella azotándome la puerta en la cara, hasta ella perdonándome y luego hacemos el amor ahí, en la puerta.
Para relajarme sacudo la cabeza y decido que lo que tenga que pasar, pasará. Así de sencillo. Salgo de mi auto y camino hasta la puerta, y estando allí la toco. La mirada de Alicia es extraña.
—¿Georgina? ¿Qué haces aquí? ¿Y Valeria?
—Eso venía a preguntarle yo —me extrañé totalmente. No me gusta cómo va pintando la cosa—. ¿Dónde está Valeria?
—Dijo que iba a salir contigo, que tienen días planeando... lo que sea que salió a hacer.
—Imposible, llevamos días sin hablar.
—¿Días? —mierda, no me digan que ella no sabía de nuestra pelea.
—Es complicado, pero sí, llevamos días sin hablar. La llamaré a ver si contesta.
Saco mi teléfono con prisa y marco el número. El corazón empieza a latirme con fuerza, estoy preocupada por lo que pueda pasar a continuación. Puede ser que esté bien, puede ser que esté mal...
—Hola, soy Valeria. Por favor, no dejes un mensaje, para algo existe el WhatsApp —me dice la contestadora.
—Mierda, esto es grave —dice Alicia.
—Valeria solo deja la contestadora cuando decide desconectarse. Maldita sea, ¿no dijo algo de qué iba a hacer?
—Habló muy rápido, pero dijo algo del bosque y sobre ir a ver a Dylan.
—Imposible, Dylan fue cremado, y sus cenizas las echaron al mar.
—Fue lo que dije, pero dijo que confiara en ella. Y yo como tonta lo hice, maldita sea —el arrepentimiento en su cara es obvio, y lo entiendo.
Pero espera...
¿El bosque? ¿Dylan?
—Ya sé dónde está —digo confiada.
—¿En serio?
—Alicia, desde siempre he sido la voz de la razón en la cabeza de Valeria. Confía en mí, te la traeré sana y salva.
No fue fácil, pero Alicia termina confiando en mí para ir a buscar a Valeria. Yo me apresuro en llegar a mi destino, e incluso me salto unos semáforos para llegar lo antes posible. No sé quién tuvo la idea de poner este parque aquí, pero sin duda debe estar pudriéndose en el Infierno. ¿Cómo podría ser este lugar considerado romántico? Literalmente está en la entrada de un bosque.
A esta hora no está tan concurrido, y puedo ver a la distancia a Valeria, con aspecto tan lúgubre como siempre. Ella no me ha visto, y yo me acerco corriendo hasta el puente de los enamorados.
Al llegar, la veo de rodillas frente a uno de los barandales. Está frente al candado que puso ahí con Dylan hace dos años. Su mirada está fija en el, aún no me ha visto.
—¿Por qué viniste? —le pregunto.
—No es obvio? Este es el único sitio en donde puedo estar con Dylan.
—Con el recuerdo de Dylan, más bien.
—Cuando se trata de gente muerta, obviamente todo sobre ellos es un recuerdo. Solo, a mi parecer, hay cosas que nos hacen sentir como si esa persona siguiera viva, siguiera habitando junto a nosotros. Este candado lo es.
—¿Por eso viniste, entonces? —me arrodillo junto a ella—. ¿Querías estar cerca de Dylan?
—Sí —veo una lágrima caer por su mejilla derecha—. Necesitaba verlo, para poder hacer esto —se lleva una mano al bolsillo y se saca una pequeña llave dorada—. Cuando Dylan y yo pusimos el candado, me entregó la llave y me dijo que era la llave de su corazón. Pero su corazón dejó de latir hace tiempo, de modo que esta llave ya no me sirve de nada.
—Te sirve de recuerdo.
—Los recuerdos son para personas que pueden darse el lujo de llorar. Yo ya lloré lo suficiente, no puedo seguir haciéndolo.
Es una oración bastante madura de su parte, pero me cabe la duda de lo que hará. Ella mete la llave al candado y lo quita. Es un candado rosa en forma de corazón, que está un poco oxidado por el tiempo.
Toma el candado en sus manos y lo cierra nuevamente. Acaricia con el pulgar izquierdo la inscripción D+V, y nuevamente salen lágrimas de sus ojos.
—Los muertos están muertos. Hay que dejarlos descansar, ¿no? —dice.
—Por supuesto que sí. ¿Qué harás ahora?
Valeria no responde, solo levanta la vista, y toma una larga bocanada de aire para luego lanzar candado y llave al río que pasa por debajo del puente.
No puedo creer que en realidad lo hizo, que finalmente soltó a Dylan para que descanse en paz. No tienen idea de lo orgullosa que estoy de Valeria. De tanto estar metida en mis pensamientos, no noto que Valeria empieza a llorar, y la abrazo como en el cementerio para calmarla.
—Ya, tranquila, está bien. Esto es parte del proceso.
—Y aún no termina. Debo seguir adelante, voy a rearmar mi vida.
—Sé que lo harás, no me cabe duda.
—Pero primero debo resolver algo, y necesito tu apoyo emocional para ello.
—Por supuesto, dime.
—Es algo peligroso, así que no te pediré que te metas de lleno. Sigue con tu vida, con el tal Juan, y esas cosas. Solo te pido que si caigo, me ayudes a levantarme.
—Por supuesto que te ayudaré, pero debes decirme lo que harás.
—Georgina...
—Solo dímelo.
—Voy a buscar a quien mató a mis padres. Y no, no me detendré hasta encontrarlo.
Puta madre, debo aprender a pensar dos veces antes de hablar.
ESTÁS LEYENDO
Mi amigo Thomas
Action¿Cuál es la línea que separa lo real de la ficción? ¿Lo que sabemos, lo que creemos saber, o lo que queremos que sea real? Valeria es una chica de diecinueve años de Valencia que aún no ha superado la muerte de sus padres. Su vida da un giro de de 1...