(23) Turbación (II)

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Georgina.

El horario de atención de la universidad cierra a las 4 PM, y como encontré a Valeria en Cakeland casi a las 5 PM, tuvimos que esperar al otro día. Dejamos a Valeria en su casa, y ella se bajó sin vacilar. Se despidió prometiendo estar lista para ir a la universidad mañana en cuanto saliéramos de clases a las 3 PM.

Luego de eso, Juan me dejó en mi casa y se despidió con un beso. Realmente pienso que no debería meterlo en esto, ya que podría salir lastimado, pero confío en el. Además, es fuerte e inteligente, puede cuidarnos.

Pero lo que lo hace el candidato perfecto para la misión, es que estudia en la misma universidad de Thomas, y puede guiarnos.

Un escalofrío de culpa recorre mi cuerpo al recordar el momento en que conocí a Thomas, y el beso que nos dimos en aquella fiesta a la que Valeria no quiso ir. ¿Por qué siento que no debo contarle esto? Supongo que es importante, pero mientras más vueltas le doy, parece serlo menos.

En aquel entonces Thomas no me pareció muy peligroso que digamos, pero en mi defensa, lo conocí en una fiesta en donde las luces estaban bajas y la música muy alta.

Meneo mi cabeza para relajarme, y subo a dormir.

En la mañana, Valeria evitó el tema lo más posible, y hasta actuó como si nada hubiera pasado. No obstante, conseguí sacarle el plan que tenía, que consiste solo en llegar a la recepción, describir a Thomas (ya que no sabe su apellido) y esperar a que le digan la dirección de su apartamento estudiantil. Una vez allá, interrogaríamos a Thomas hasta sacarle información.

Básico y arriesgado, pero peor hubiera sido llegar y actuar a ciegas.

Durante el camino en el auto de Juan nadie dice nada, y no es como esos silencios que nos gustan a Valeria y a mí, este es un silencio incómodo.

Nos estacionamos frente al edificio central, el registro de estudiantes. La recepcionista en turno miró con una ceja encarnada a Valeria mientras le describía a Thomas, claramente confundida con la situación.

Capaz no es legal que dé información sobre los estudiantes a personas que no estudien allí, y eso explicaría su aprensión para decirnos su dirección. Allí entró Juan, con su carnet universitario, y a el sí le dieron la dirección de Thomas.

Pero ahí está lo curioso, porque le dieron la dirección de Tomás Suárez, quien concordaba a la perfección con la descripción dada. Defendimos que buscábamos a Thomas, no a Tomás, pero la recepcionista no nos dio más información que esa.

Entonces tuvimos dos opciones: irnos, o ir a visitar a Tomás Suárez.

Posiblemente en la fiesta no conocí a Thomas, sino a Tomás, y escuché mal por la música, pero yo estoy súper segura de haber escuchado Thomas, y no Tomás.

Valeria se mostró escéptica a la idea de ir por Tomás. Ni idea por qué, si a las dos nos cayó bien en la tienda de discos, y probablemente conociera a Thomas. Su mirada, es eso... está ocultando algo.

Pero no soy la misma que hace un mes. No voy a obligar a Valeria a contarme todo lo que sabe y no sabe, así que la convenzo de ir por Tomás.

Juan no mostró inconveniente, pues dicho apartamento está a solo unos metros de su edificio, o sea, no muy lejos de allí.

Algo resaltante de esta universidad es que cada edificio está cerrado con llaves electrónicas, y en caso de pérdida, tienen una clave de seguridad para poder abrirla. Y todas las puertas de todos los edificios tienen la misma clave.

Ese es un secreto que todos saben, en parte, ya que todos se saben las claves de su edificio, pero no saben que es la misma clave para todos los edificios, pero si intentaran entrar a un edificio ajeno al suyo no tendrían problema.

Mi amigo ThomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora