Capítulo 33, parte 3.
Tres rivales.
―¿De-de-de dónde sacaste eso?― tartamudeó Amber, apretando el mango de hierro de la espada en su mano.
―Solamente rompí la vitrina y ya ― contestó Alexandra como si fuera la cosa mas sencilla―. Ahora, Abby, únete a mi y a Francesco, y marcaremos el verdadero fin de esta especie mal evolucionada y llena de soberbia, y empezar una nueva era, la era sin ellos― se acercó a su hermana y le tomó las manos.
Amber negó con la cabeza. No se sentía capaz de algo así. No todos los Cazadores de Sombras eran malos y soberbios, había muchos de ellos que eran compasivos y justos. No era correcto el hecho de asesinar a todos por generalizar.
Amber suspiró.
―No, Lex. Esto es una locura que estas siguiendo, tu no tienes ninguna conexión entre el origen de la rabia de este vampiro.
Alexandra arqueó una ceja y le soltó las manos a su hermana menor.
―Francesco, vete y llevate eso... ―hizo una prolongada pausa ―Hermana mía― dijo ―, debes saber que, si no estas conmigo...
Amber no pudo visualizar cómo sucedió exactamente, pero su hermana la golpeó con un guante de metal. Sintió un impacto electrificante contra su mejilla y la lanzó por los aires a una velocidad increíble. Chocó contra un librero y todos los libros se vinieron abajo, cayendo encima de la chica.
Amber tosió y chorros de sangre salieron de su boca, manchando el suelo. La sangre sabía asqueroso, pero le asqueba mas el hecho de que su hermana se había atrevido a hacer eso. Sintió el rostro ardiendo en rabia.
Alexandra caminó hacia la rubia, pateó la espada que se encontraba en el suelo directamente a ella. Amber la tomó con las manos temblando y se incorporó. Amenazó a la de cabello café para que se alejara, con la parte mas filosa del arma apuntando hacia ella.
―... estás en mi contra― completó Alexandra.
La mayor de las Montclaire corrió hacia la otra. Amber la esquivó por poco y la tumbó al suelo de una patada. El impacto de Alexandra contra el suelo resonó por toda la biblioteca. Amber no tenía intención de matarla, solo de defenderse. La rubia intentó golpearle el rostro, pero Alexandra cerró su mano en el puño de su hermana y la pateó. Antes de que la menor pudiera reaccionar, la otra ya había impactado su codo contra su nariz. Un chorro de sangre perteneciente a Amber manchó el rostro de Alexandra, esta simplemente se limpió el rostro sudoroso. Tomó a la rubia por los hombros y encajó su rodilla justamente el el páncreas. Un dolor penetrante llenó todo el cuerpo de Amber, y con un grito ahogado cayó al suelo. Sus lágrimas se mezclaron con toda la sangre y sudor. Lex se arrodilló frente a ella y la miró como si fuera un ser completamente inferior.
―Eres débil, hermana― anunció―. En menos de diez minutos ya te encuentras en el suelo, y en combate cuerpo a cuerpo. Eres inservible.
―Si tan débil soy para ti, ¿por qué no me matas de una puta vez, Sophia?― escupió Amber, mirando al suelo. Le repugnaba la idea de mirarla.
―Podría matarte ahora mismo, pero quiero que veas a tu especie morir. De manera rápida... Así como los dinosaurios- respondió Alexandra.
La rubia fingió una carcajada para irritar a su hermana. Alzó la cabeza para mirarla a los ojos, aunque era lo único que lograba incorporar de su cuerpo, el dolor le ardía hasta en lo mas profundo de sus débiles huesos. La inconsciencia tocaba sus puertas, esperando ansiosa que Amber bajara aunque fuera un poco la guardia, y apoderarse de su cuerpo.
-No quieres matarme, puedes, pero no quieres- mencionó -. Te da miedo, y te duele la idea de que me perderías, y lo peor, por tu culpa. Porque sabes que el vampiro no te hace sentir acompañada. Ese es un defecto de nuestra familia; siempre queremos que alguien esté a nuestro lado. Si yo no te importara, o te importara menos de lo que lo hago ahora, ya me hubieras matado- escupió sangre en el suelo -. Me hubieras clavado una espada entre las costillas y te hubieras largado victoriosa con el Átomo, ¿me equivoco?
Alexandra Montclaire apretó los dientes, con el rostro pálido de incredulidad por aquello que había dicho Amber. Sus pupilas se expandieron cuando miró hacia la entrada del lugar. La menor de las chicas miró igual hacia allí:
De pie, con las ropas hechas jirones, el cabello un completo desorden, el arma salpicada de líquido negro, cubierto de sangre y sudor; eran Jem y Gideon.
-Primero me matas a mi- anunció el alemán- y luego a ella.
Alexandra rió agudamente, como un cliché de bruja. Desde luego que no le causaba gracia, solamente lo hacía por irritar. Irritar al irritante, ¡vaya reto!
-Es la peor broma que has dicho en tus miserables dieciocho años, Blackthorn- se burló -. Solo quieres hacerte el héroe frente a ella para encantarla y después tener sexo salvaje. Familie Zeug, nicht wahr?
Un momento, ¿Alexandra hablaba...? ¿Alemán?
Jem derramaba rabia líquida por cada centímetro de su piel. Gideon le encajó las uñas en un brazo y lo obligó a mirarlo. Amber pensó vagamente que merecía un premio por hacer obedecer y saber como calmar a Jem.
-Las personas como ella son especialmente entrenadas para manipular la mente, luego que te hacn perder aquello que te hace pensar con claridad, te atacan físicamente- le advirtió el rubio -. No dejes que te altere o valdrá...- no completó la frase en voz alta.
Alexandra señaló a Gideon como si él tuviera la respuesta que llevaba años buscando sobre algo.
-¡Exacto!- exclamó con descaro - Hermana, me enorgullezco de que lo hayas elegido a él. Deberías casarte con él, y no con este alemán, que ni la dignidad de un alemán tiene, porque los alemanes son educados y de buena palabra. ¡No se donde criaron a este! Los Blackthorn son una familia que cumple con muchísimas buenas características. ¿Este? No, creo que no debería llevar el apellido Blackthorn.
-Creo que deberías guardar silencio, Montclaire- amenazó Jem-. Antes de que te rebane la garganta por hablar así de mi.
-¿Desde cuando te importa lo que dicen de ti?- cuestionó la chica, con la cabeza ladeada- Ni siquiera a Jenn le importa, la mas bondadosa y buena de tu familia.
Por la mirada de terror del canadiense, Amber pudo adivinar que aquello fue la gota que derramó el vaso.
-¿Tú que sabes de quién es Jenn?
-Creeme que se demasiado. Y no estoy aquí para discutir contigo lo maravillosa y talentosa que es ella, estoy aquí para terminar con este maldito plan. Y les digo que... el Átomo Oscuro ya no se encuentra en el Instituto- se encogió de hombros y sonrió de medio lado de manera retadora.
-Hablas demasiado, ¿sabes?- intervino Gideon, moviendo su cuello de un lado a otro. Se notaba que estaba desesperado.
Oh, Gideon, pensó Amber, no hubieras dicho eso. En su pecho sintió como la preocupación nacía como una flor en la primavera. Alguno saldría muerto, seguramente. Y Amber no tenía ganas de averiguar quien sería.
Se intentó incorporar, pero sintió como sus huesos parecían desmoronarse, como si de la nada se hubieran hecho de azucar.
-¡No!- susurró Amber, intentando arrastrarse hacia su hermana.
Jem blandió la espada y Gideon lo invitó. Alexandra sonrió y los examinó un pequeño momento, luego rió.
-Puede ser que hablo demasiado, pero yo a ti te cortaré la lengua. A ti y a tu hermano de juramento- amenazó la de cabello café.
Y antes de que Amber pudiera parpadear, la pelea de su hermana contra los hombres que mas amaba comenzó.
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Los amo con todo mi corazón. Recomienden la historia. La secuela ya está confirmada, obviamente, se llamará Sangre Metálica, espérenla.
Adios mis kúls,
pv.
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Corazón Metálico || Shadowhunters || No. 1 (Primera edición en proceso)
FanfictionUna carta. Solamente es lo que recibe Amber Montclaire de su hermana. Pero eso es lo mejor que puede haber, durante un poco más de tres años nada sobre Alexandra llegó a sus oídos. Los Angeles, la ciudad donde por fin se reencontraran, Amber deja to...