Prólogo.

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Prólogo.

Misma sangre.


Mediados de febrero, 2014.

El frío era algo espeso y había algo de niebla alrededor.
Algo raro en una ciudad como Los Ángeles.

James Blackthorn jugaba con un cuchillo, pasándolo de una mano a la otra. El chico escondió la cabeza ligeramente en su abrigo.

Jem saltó un pequeño charco de agua, señal de que había llovido, y siguió caminando por las calles. La luz amarillenta de los faros iluminaba la negra cabellera de Jem.

Por primera vez, Jem volteo a su lado, viendo si Gideon estaba a su lado. No estaba, y sintió que una ligera confusión lo invadía.

― ¿Gideon?― llamó Jem con el ceño fruncido― Gideon, idiota ¿Dónde te has metido?

Jem le decía «idiota» a Gideon cuando se desesperaba, y eso era casi imposible.

Las hojas de los árboles se empezaron a agitar suavemente, una cayó de sus ramas y cayó en el cabello del chico. Sacudió la cabeza quitándose la hoja con un gruñido de impaciencia.

Jem se encogió de hombros y siguió caminando, mirando a todos lados, en busca de su parabatai, tratando de ocultar su ligera confusión.

Cuando unió su alma a Gideon sabia que un chico como el podría soportar lo que sea y a quien sea. Gideon era demasiado amable como para jugar una broma a su propio hermano de juramento. Bueno, ¿quien sabe?

Una sombra se movió ante los ojos de Jem, lo que hizo que involuntariamente apretara el mango de hueso de su cuchillo.

― ¡Gideon Cartwright, estúpido bastardo! ¿Dónde te haz metido? Idiota― Jem miró y se giró a todos lados.

Un chico rubio salió de las sombras, sonriendo tímidamente.

― Me divierte tanto como te asustas cuando no estoy a tu lado en medio de la noche― bromeó Gideon.

― Te divierte tanto como a mi pensar que soy un hámster color rosa que es mascota de Marceline ― dijo Jem con amargura.

Gideon sonrió y Jem se dirigió a su amigo. Le golpeó el hombro de manera amistosa y el otro le pisó el pie, riendo.

Ambos chicos caminaron por los callejones y calles, Jem se alegraba en parte por tener a su parabatai a su lado. Era reconfortante y seguro.

― Sabes, creo que Christine se volverá loca cuando se de cuanta que no estamos ― el rubio examinó todos los edificios de alrededor ― . « ¡Por el Ángel! ¡Van a pescar un fuerte resfriado si siguen saliendo así a estas horas de la noche y sin sus abrigos! ¿Se imaginan si los atacara un demonio y no traen armas?» ― imitó.

Jem rió con ganas.

― No tenemos diez años como para que se preocupe por nosotros, esa mujer apenas soporta a su hija ― el chico limaba sus uñas con el cuchillo, con aire de desinterés ― . Esa hija que se pasa mirando mis hermosas facciones y mi hermoso cuerpo. Creo que estuvo a un suspiro de desmayarse cuando el veneno de el rapiñador desintegraba mi camisa lentamente en cuanto llegamos al Instituto la otra vez. ¿No viste su cara?

Gideon bufó con desinterés.

― Si, pero ese veneno te hizo estar inconsciente por tres dias y apunto de morir, Marceline estuvo por toda tu habitación con la estela, agua y trapos húmedos.

Corazón Metálico || Shadowhunters || No. 1 (Primera edición en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora