Capítulo 3.

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Capítulo 3.

El comedor del Instituto.


Todos los pasillos eran idénticos, era demasiado fácil perderse. Amber se preguntó si lo sería para todas las personas que llevaban mucho tiempo viviendo ahí, como Christine. Se detuvieron frente a unas pesadas puertas de madera oscura, que se veían imponentes a comparación del tamaño de Amber.

― Hemos llegado ― anunció la Directora del Instituto.

Christine empujó las puertas, y estas se abrieron de par en par. Era un comedor. Había un enorme candelabro dorado que colgaba arriba de una gran mesa, alrededor de esta, había como unas veinte sillas, pero solo tres estaban ocupadas. En una de esas tres sillas ocupadas, se encontraba Jem, quien miraba su plato repleto de comida sin ganas; sus ojos azules reflejaban cansancio y pocas horas de sueño. Usaba un suéter azul que tenía remangado hasta los codos, y gracias a eso podían admirarse las Runas que parecían hechas con carbón. Amber no podía negar que se veía demasiado bien.

En otra silla había otro chico, que aparentaba la edad de Jem, o tal vez un poco mayor. Era rubio, delgado y muy pálido. Comía lentamente, observando a Jem. Y la última silla era ocupada por una chica. Tenía un cabello negro brillante y pecas por toda la cara. Usaba un vestido largo color durazno con faldas enormes. Leía un libro de portada rosa, y no parecía tener interés en el desayuno o en sus acompañantes.

― Buen día, chicos. ― saludó Christine, como si anunciara su presencia.

Solo el chico rubio y la chica alzaron la cabeza para mirar a Christine.

― Hola, Christine.

― Buen día, mamá.

Dijeron el chico y la chica al mismo tiempo.

Mamá, pensó Amber. Christine y aquella chica tenían el mismo color de ojos y cabello.

Amber miró a Jem, quien ya estaba dormido. Sus brazos estaban en la mesa, uno sobre otro, y sobre sus brazos, su rostro. La chica frunció el ceño, como un acto reflejo.

― Tranquila, es de lo más normal que haga eso. ― dijo el chico rubio, como si le hubiera leído la mente a Amber.

― Casi cada día se va al peor bar de la ciudad; o vagando con su "mejor amiga"; o saliendo con chicas que se derriten por él... o haciendo disturbios junto a su fiel amigo, Gideon ― complementó la chica con pecas, señalando a "Gideon" ―. Creo que tienes muy mal gusto por las amistades.

El chico la miró entrecerrando los ojos.

― ¿A qué te refieres?

― No digo que tú seas una mala influencia, simplemente creo que ha de ser una verdadera pesadilla estar soportándolo siempre.

― No siempre se comporta como un imbécil, recuerda que duerme unas diez horas ― una sonrisa maligna se escapó de los labios de Gideon ―. ¿Te quedarás ahí todo el día? ― le preguntó a Amber, sonriendo.

Amber sonrió con pena y miró a su lado: Christine ya no estaba a su lado, sino que estaba sentada a un lado de su hija, sirviendo jugo de naranja en un vaso con naturalidad. La chica caminó rápido hacia la silla que se encontraba a la izquierda de Gideon. Él le sonrió.

― Hola.

― Hola. ― respondió ella, sonriendo.

Gideon se levantó de su silla y tomó un plato y un vaso vacíos, que ofreció a Amber. Ella los tomó con una sonrisa tímida.

Corazón Metálico || Shadowhunters || No. 1 (Primera edición en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora