Capítulo 7

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Capítulo 7.

La visita a la casa de Francesco.

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Los cuatro regresaron al Instituto, pues Jem había insistido en que necesitaban usar el uniforme de Cazador de Sombras en caso de que se metieran en un combate. Y aparte, había "recomendado" descansar un rato hasta el anochecer.

Amber sentía las ropas pesadas de cuero demasiado ajustada; pero la más afectada no fue ella, si no Marceline, que solamente se quejaba y era molestada por James.

― Por el Ángel ― chillaba Marceline una y otra vez ―. Parezco un niño de 4 años, y las piernas se me ven muy flacas.

― Sinceramente, pareces un pollo sin plumas, sobre todo por las piernas ― le decía Jem, lo que provocaba que ella se molestara mucho más

Los cuatro caminaron hasta las colonias más ricas de Los Ángeles en cuánto el Sol se ocultó. Casi todos iban en silencio, excepto (obviamente) Jem, que todo el camino fue inventando canciones sobre lo que veía.

Finalmente, se detuvieron frente a una a una mansión europea al final de una calle: balcones, ventanales inmensos, techos altos, y protegida por una enorme reja de acero. Los jardines eran inmensos y todo estaba cuidado a la perfección, era como una pintura tan detalladamente perfecta, pero hecha realidad.

― ¿Es ésta? ― preguntó Marceline, mirando fijamente hacia la única ventana que tenía iluminación.

― Si ― respondió Gideon.

― Aunque Francesco no esté, no creo que la casa esté sola ― Jem hundió las manos en los bolsillos de su chamarra.

Marceline giró los ojos. Seguramente ya esperaba que el alemán dijera algo demasiado estúpido para la situación.

― Vailati tiene un clan de unos treinta vampiros o más, que normalmente están aquí o en la casa siguiente ― explicó Blackthorn ― O...

Perfecto, ya se le ocurrió algo estúpido y lo dirá, pensó Amber, ligeramente molesta.

― O puede que estén las damas que viven con él ― Jem sonrió con picardía y acomodó su negra cabellera ― ¡Qué divertido! Sabes a cuáles damas me refiero ¿no, Gid? ― Rio ― Si me uniría a su estúpido clan por estar con ellas.

― Sí, claro ― Gideon se veía realmente apenado.

Jem sacó una especie de vara de uno de sus bolsillos y la colocó en la superficie de las rejas, ésta brilló y el chico dibujó un garabato parecido a los que tenía en la piel. Runas. En cuanto la terminó de dibujar, las rejas se abrieron de par en par, rechinando.

Los cuatro entraron a la propiedad y Jem abrió la puerta principal con la misma técnica. Los recibió un pasillo ancho bordeado de puertas caras y pinturas colgadas en la pared. Todos los detalles de la casa se veían caros y de muy buen gusto.

La mayoría de las pinturas eran de un hombre de menos de 30 años, cabello café, con muy buen físico, bien vestido, rostro muy masculino y ojos en los que se podía ver el infierno mismo. Seguramente él era Francesco.

En otras pinturas había vampiros o paisajes de ciudades de todo el mundo, pero había uno diferente que llamó la atención de Amber: una chica sentada en un trono empapado de sangre; ésta llevaba un vestido negro rasgado y ensangrentado, y a sus pies había cráneos que aún tenían piel y sangre. Y cómo en todas las demás, Francesco estaba ahí, recargado en el trono.

Corazón Metálico || Shadowhunters || No. 1 (Primera edición en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora