Capítulo 8.

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Capítulo 8.

El Consejo y los Monteverde.

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― ¡Silencio en la sala!

Las voces en el Consejo se apagaron al instante y todos se sentaron casi al mismo tiempo.

Amber y los del Instituto estaban en el escenario, sentado en una banca, frente a la media luna de gradas donde había Cazadores de Sombras en la mayoría de los asientos. A unos metros de la banca, en el centro del escenario, había tres tronos ocupados. Jem le había dicho que la persona del trono central era el Cónsul Stefan Trueblood, la máxima figura de autoridad y respeto para los Cazadores de Sombras; a su izquierda estaba su hijo y sucesor del puesto, Samuel Trueblood quien se veía bastante aburrido; al otro lado estaba la Inquisidora Rose Verlac, quien miraba a James más que a nadie.

― Christine Fairchild, levántate ― ordenó Stefan Trueblood.

La mujer obedeció al instante, pero no dijo nada.

― Explica a todos lo que me dijiste en tu carta ― pidió el Cónsul.

― Todos nos hemos enterado de muertes sospechosas tanto de Subterráneos, Nefilims e incluso mundanos, y hemos encontrado pistas de que Francesco Belcourt está detrás de estos asesinatos ― explicó la Directora ―. Nuestra invitada, Amber Montclaire, fue capturada por Leah Dhampir con la excusa de que la llevaría con su hermana, pero eso nunca sucedió. Es bien sabido que Leah y Francesco eran aliados fuertes, hasta la muerte de ella.

Amber recordó a Leah Dhampir, con sus cuernos de piedra y lengua de serpiente; esa maldita mujer era la responsable de que estuviera en ese momento sentada en esa banca.

― Nuestro plan es investigar en su próxima fiesta mensual ― concluyó Christine ―. Jem y Gideon son excelentes investigadores, y sus habilidades de pelea son destacables.

― Christine, solo tienes dos Cazadores de Sombras activos a tu mando ― recordó Stefan con tono glaciar.

― ¿Y yo qué? ― dijo Marceline, indignada.

― Tú no cuentas ― le replicó Jem.

― El hijo malcriado de Johann tiene razón ― opinó alguien de la multitud.

Todos miraron a esa persona, quien ya estaba de pie. Era un chico de unos diecinueve años, cabello un poco largo, café y desenredado. Por alguna anormal razón, tenía los ojos del color del oro.

Jem también se puso de pie.

― ¡Monteverde de mierda! ― exclamó, como si le diera asco decir ese nombre.

Gideon jaló a su parabatai por la chamarra, obligándolo a sentarse.

― James, contrólate ― ordenó Christine.

― Él empezó ― protestó Jem, bastante enojado.

― Vladimir ― llamó el Cónsul Trueblood ―. Sugiero que controles a Garrett en este momento.

― Cónsul, el idiota de Blackthorn no debería de estar aquí. Aún tiene diecisiete ― dijo Garrett, sonriendo altaneramente.

― Cumpliré los dieciocho en un mes ― gruñó Jem.

― Eso no cambiará tu mentalidad de mono.

Un chico de cabello café jaló a Garrett de nuevo a su asiento, y luego le masculló "Cállate".

― Ya tuvimos suficiente de sus peleas de niños ― ladró el Cónsul, pasando su mirada entre los dos chicos.

Tanto Jem como Garrett, voltearon los ojos mascullando cosas del otro.

― Christine no tiene suficientes Cazadores en el Instituto para esto ― el Cónsul tamborileaba los dedos en el brazo de su trono en signo de desesperación.

Un hombre con el cabello salpicado de canas se levantó de su asiento.

― Garrett y Logan se quedarán ahí, como ya le había notificado unos días antes. Pueden entrenar a Marceline y a la nueva, están bien entrenados ― dijo. Amber supuso que ese era Vladimir Monteverde.

Garrett se paró de golpe pero por tanto ímpetu, se cayó. Jem soltó una carcajada tan escandalosa que resonó por todo el lugar.

― ¡Qué idiota! ― se burló, riendo con más fuerza.

― Ya me acuerdo, Vladimir. Me gusta la idea de que tus muchachos entrenen tan siquiera en lo más básico a Marceline y a... Amber ― coincidió Stefan.

― ¿Te has vuelto loco, padre? ― se quejó Garrett, incorporándose.

― Perdón por no avisarles, pero tengo que ir a Idris ― le contestó su padre.

Garrett bufó de enojo y se volvió a sentar. Su rostro estaba rojo de ira y sus ojos dorados brillaban con intensidad.

― Logan ― llamó Vladimir y al instante el chico que estaba al lado de Garrett, lo miró.

― ¿Si, padre? ― contestó aquel chico. Ese era Logan Monteverde.

― Quiero que duerman en el Instituto desde esta noche.

Logan asintió.

― Muy bien. Dentro de dos días habrá otra sesión para planear un ataque por si se necesita, yo escribiré a los convocados ―. Christine.

― Dígame, Cónsul ― respondió la aludida.

― No me falles esta vez.

Corazón Metálico || Shadowhunters || No. 1 (Primera edición en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora