7. Somebody.

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—Estoy muerta —me lancé a mi mueble luego de haberme duchado—

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—Estoy muerta —me lancé a mi mueble luego de haberme duchado—. Simplemente, quiero descansar.

—Ahora me vas a decir, ¿cómo fue que terminaste encerrada con Lalisa Manobal? —Rosé dobló sus piernas sobre el mueble—. Porque no termino de entender.

—Fue inesperado. El ascensor se averio —inflé mis mejillas—. Pero fue un momento tan extraño, Rosé.

—¿Por qué lo dices?

—Le dio un ataque de pánico, y tuve que ayudarla a calmarse, pero en ese momento, no sé... —suspiré—, no se como explicar lo que sentí.

–La ayudaste. Ella salió más calmada.

–Así es. La ayudé, pero eso no quita el hecho del como lo hice. Se abrazó a mí; se que fue por el pánico y todo lo demás, pero eso no quita lo íntimo que me sentí con ella —miré a Rosé fijamente, aunque su mirada denotaba sospecha de algo—. Desde que entró, no hace más que tocarme los ovarios, me provoca, busca la manera de retarme. Es así.

—Te dije que no era buena idea como secretaria, pudiste haberte quedado con Nayeon, por ejemplo —Rosé chasqueó la lengua—. Pero la preferiste a ella, y solo por el hecho del como se comportó contigo la primera vez que te presentaste.

–A ver, sólo vi una inteligencia en ella, tampoco es para tanto. Pero ahora es diferente, Rosé. Por primera vez –hice el esfuerzo de decirlo sin que me jodiera-, no me sentí incómoda con la cercanía de una persona y... —me detuve cuando percibí esa mirada de Rosé—, no, no es eso.

—¿El qué? —sonrió.

—No me gusta. ¿Bien?

—No dije nada —elevó las manos en defensa—. Pero ¿por qué no la despides?

—Porque no. No hace falta, todo quedó bien.

No era cierto.

Nada quedó bien.

Quizás es la pelea más grande que tengo con alguien desde hace tiempo; pero eso no quita el hecho de que, no pueda despedir a Lisa. Por alguna razón, me siento incapaz de hacer eso.

No obstante, en otros casos no dudaría en hacerlo.

Pero no sé que tan segura ella se sintió en mis brazos; lo que sí sé, es que yo sí me sentí segura. Ese corto tiempo que la abracé, sentí que la vida cobraba algo de sentido. Que no era sólo despertar y trabajar.

Hacer algo con lo que yo no me sentía cien por ciento cómoda.

—Ay, Jennie. Me encanta cuando empiezan a caer en su propia trampa, y no se dan cuenta hasta que, no pueden salir.

Me quedé en silencio unos segundos.

Recordando perfectamente la insistencia de Lisa, en saber lo que ocurrió ese día del incendio. Y como su semblante cambiaba cuando ella misma lo mencionada. Parecía no sentir ni la más mínima empatía hacia mi persona.

The River. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora