25. Enchanted.

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Entré a la casa, dejando mis zapatos en la entrada y encontrándome con mi padre

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Entré a la casa, dejando mis zapatos en la entrada y encontrándome con mi padre. El cual estaba entretenido mirando la televisión.

Una sonrisa se formó en mis labios y avancé hasta él.

—Hola, papi —me abracé a su cuerpo y suspiré—. Te extrañé.

—Yo también, hija. ¿Cómo fue tu día hoy? —me regaló una corta sonrisa—. Cuéntame un poco.

Sí empezaba a decirle a mi padre todo lo que viví este día. Y el estres que estaba pasando, que no volví a ver a Jennie, y no tenía ni la menor idea de lo que estaba ocurriendo ni mucho menos el porqué salió de esa manera con el investigador privado.

Todo estaba raro, pero era aun más raro que no me hubiese llamado para que cancelara reuniones, o pospusiera las cosas.

Sabía que si no buscaba la forma de conocer la verdad o si quiera buscarla, jamás saldría se ese bucle que me atormentaba. Que por más que quisiera a Jennie, por más que quiera intentarlo con ella, por más que lo deseé. Si sigo con ese deje de rencor dentro de mí hacia sus padres; no creo poder avanzar.

Y eso lo sé.

Lo tengo más que claro.

Me senté derecha en el sofa y suspiré. Mi padre tenía que saber alo de todo esto, no podía seguir repitiendo patrones. Estaba cansada de siempre estar en lo mismo, de siempre tener que estar buscando piezas e imaginarme lo peor.

El momento que viví con Jennie se repite en mi cabeza; quiero vivirlo una y otra vez. Tantas veces hasta marearme, hasta saciarme de ella, hasta sentir que tengo más que su cuerpo. Que la tengo a ella, la necesito a ella.

Necesito cada parte de su ser. Porque la anhelo de una manera desquiciada. La pienso, la sueño y la imagino.

No sé que demonios tengo dentro de mí, no sé como manejar esto. Nunca lo sentí. Nunca sentí esa necesidad de pertenecer a alguien pero sin darle el cien por ciento de todo. Que compartiéramos partes iguales.

Hice el amor con ella, toqué su cuerpo. Ella me dio el privilegio de ir a más, de poder deleitarme con su belleza física. Pero sé que todavía no desnuda el alma para mí.

Y yo no quiero ver sólo su belleza física por más perfecta que sea, quiero ver su belleza interna. Esas donde se esconden las verdaderas cicatrices, donde abunda el miedo, la tristeza y la colera acerca de situaciones reales. Pero Jennie todavía no me permitía entrar.

Y yo tampoco se lo permitía.

Era mutuo.

Ambas aun estábamos jodidas.

—¿Pasa algo? —buscó mi mirada—. Me puedes decir. Y no me digas que no, sé que le ocurre algo a mi hija.

Suspiré, —Papá... quiero saber que ocurrió con mi madre.

The River. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora