29. Bluberry.

2K 231 60
                                    

Me mantuve todo el día en casa, no quería salir, ni mucho menos mostrar las ojeras de hoy en día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Me mantuve todo el día en casa, no quería salir, ni mucho menos mostrar las ojeras de hoy en día.

Me estaba hundiendo en la miseria, y a decir verdad, no quería que nadie me sacara. Me faltaba la respiración, quería regresar al tiempo donde sus comentarios no podían importarme menos, pero lo cierto está en que, me dolían. Y no podía ocultarlo.

Porque para nadie era un secreto que busqué la perfección en mí, para mostrársela a ella. Pero sabía que al cabo del tiempo, eso sería imposible.

Me propuse simplemente quedarme ahí encerrada, mirando a la nada. No tenía apetito, no quería mover ni un músculo, y el departamento estaba hecho un desastre, sabía perfectamente que sí seguía así las cosas empeorarían, que no me tenía que dejar caer, pero me me hacía resbalar.

Y dolía más cuando venía por parte de ellos.

Me hice un ovillo, apagué todas mis luces, y permanecí en absoluto silencio.

Pero eso no fue por mucho tiempo, porque aunque mi tarde sí fue así, la noche llegó y con eso, el llamado en la puerta, pensé que podía ser Rosé, después de todo, me comunicó que vendría más tarde, pero aunque le insistí aquella no desistió de la idea.

Me coloqué de pie y avancé hasta la puerta, me encontré todo lo contrario. Lisa estaba cruzada de brazos en la puerta, la chica no esperó ni siquiera mi invitación, me echó a un lado, y esperó que yo cerrará la puerta, para así empezar a hablar.

—¿Así será siempre? —se giró hacia mí—. ¿Cuándo tu abuela venga y te diga tres palabras te vas a encerrar a morir?

—Lisa, no estoy de humor —pasé por su lado, agitando la mano.

—¡No, escúchame!

—¡Te dije que no estoy de humor! —la voz se me rompió al final—. Ba-basta, ya, por favor.

Me rompí a llorar, pero Lisa esta vez no se acercó, sino que se quedó en su lugar.

—No, basta nada, Jennie —abrió los brazos—. ¡Basta tú de agujerearte la cabeza por opiniones de una vieja sin vergüenza! —bramó—. ¡Basta tú de no poder ser una adulta, de no poder buscar ayuda, de encerrarte cuando no debería ser así, porque quieres mejorar pero retrocedes. Basta tú, Jennie!

—¡Es que tú no lo entiendes!

—Maldita sea, estoy aprendiendo pero me la pones difícil, Jennie. Quiero ayudarte, pero ¿así como te ayudo? —miró a los lados—. Dímelo, por favor, te lo suplico, dime como te ayudo.

—Sólo necesito espacio.

—Vamos —se pasó la mano por el pelo—. Dime, ¿cuánto espacio necesitas?, dímelo.

The River. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora