23. Wildest Dreams.

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Entré a la oficina y más tarde, entró mi abuela junto con Jiho

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Entré a la oficina y más tarde, entró mi abuela junto con Jiho. Ambos echando humos por las orejas. Estaba lista para lo que se venía.

Ambos se creían mis padres, y creo que ni mis padres llegaron a tanto, en estos momentos, soy capaz de mandar a todo el mundo al mismísimo demonio. Porque mi paciencia está limitada y muy agotada.

—¿Cuándo será el día que te comportes como tal, Jennie? —espetó mi abuela—. Se te ha visto demasiado tiempo con esa chica. Y de la nada, se quedan en ese ascensor, y esas confianzas.

—No les importa —incrusté—. ¿Algo más que preguntar?

—Se supone que Jiho es tu prometido, debes de darle su lugar —bramó—. No soporto ver como pisoteas el apellido Kim.

—En cuanto pueda me lo quito —puse mi sonrisa más falsa—. ¿Algo más, Señores?

–¡Hazte una mujer de una vez por toda. Sigue nuestro ejemplo!

Entrecerré la mirada, —¿Seguir se ejemplo? —inquirí hecha furia—. ¿Qué es seguir su puto ejemplo?, ¡ser acusada del asesinato de una mujer inocente que trabajaba en esta empresa, ser señalada por todos, vivir bajo la puta sombra de un apellido maldito! —grité–. ¿Eso es seguir ejemplo?, matarme por no poder con la culpa.

–¡Tú no sabes lo que está diciendo. Es un orgullo pertenecer a esta familia! —dijo con toda seguridad—. Que tú no sepas mantener el apellido en alto es otra cosa.

—¿Yo mantener el apellido en alto? —resoplé—. No puedo creerlo. Te juro que no puedo creerlo.

—¿No te da lastima ver a tu abuela así? —increpó—. No tienes piedad.

—Ustedes tienen toda la razón, soy yo quien no tiene piedad por querer elegir mi camino, por querer hacer las cosas como yo las creo correctas. Yo soy la que no tiene piedad, cuando son ustedes los que me juzgan sin darme el beneficio de la duda o de siquiera equivocarme para aprender de ese error. Pero sí, soy yo la que no tiene piedad, la obeja negra de la familia, soy yo la mala.

–Haces esto sobre ti, todo el tiempo, Jennie.

—¡Porque ustedes no dejan de recordarme lo mala hija, nieta y prometida que soy! —abrí los brazos—. No me importa lo que ustedes digan, pero por Dios, déjenme en paz. Déjenme hacer las cosas a mi manera, ¿qué les cuesta?

—No conoces nada de la vida.

—No, abuelita, con veintiocho años no sé absolutamente nada de la vida. Soy una jodida inmadura, soy una jodida egocéntrica, es más, todos esos malditos medios dicen la verdad. Jennie Kim es una sin corazón —bramé furiosa—. ¡Ahora lárguense!

—¡Tienes que madurar, Por Dios!

—¡¿Pero que cojones es madurar?! —me eché el pelo hacia atrás a punto de llorar—. ¿Algún día seré suficiente para ti, abuela? –la miré directamente a los ojos—. ¿Algún día alcanzaré ese nivel de perfección?

The River. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora