Charles Leclerc. Le llaman Il predestinato. El niño bonito de Mónaco. Rico, famoso pero con un odioso destino que cumplir. Enamorarse no es una opción para él.
Diana De Luca. Un pasado marcado por la tragedia que la ha hecho desconfiar de todo llev...
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📅 DOMINGO 27 DE AGOSTO DE 2023
📅 CASI DOS SEMANAS DESPUÉS
📍 GRAN PREMIO DE LOS PAISES BAJOS
- Explícamelo otra vez que no lo he entendido –Diana cruzó sus brazos y torció el gesto mirando a su marido. Él se llevó las manos al pelo y se lo revolvió vigorosamente.
- Solo es una subasta. Para recaudar fondos para una asociación de niños desfavorecidos. La gente pujará por uno de nosotros y el que gane, disfrutará de una cena con un piloto de fórmula uno –una de las cejas de la rubia fue alzada con desagrado, pues la idea de que alguna de las mujeres que acosaban a los pilotos cenara con él, le revolvía el estómago.
- No me hace ni puta gracia que una tía puje por ti y te la lleves a cenar. Seguro que lo hace alguna tetona madurita.
- Pues paga tú por mi .-le sugirió Charles.
- Eres Charles Leclerc, seguro que de menos de 50.000 euros no bajan las pujas. Tampoco tengo tanta pasta –le dijo ella con un aspaviento de su mano.
- Yo te presto el dinero.
Diana chasqueó su lengua y emitió un gruñido. Charles se acercó a ella y la agarró de la cintura atrayéndola más hacia su cuerpo. Su nariz se hundió en su cuello aspirando el aroma de su mujer. Su boca besó esa parte tan sensible con lentitud, provocándole un pequeño espasmo.
- No hagas eso, Charles –le advirtió ella descruzando sus brazos y alzándolos para ponerlos en su cuello.
- ¿Qué estoy haciendo? -le dijo él como si no estuviera haciendo nada.
- Derretirme, idiota.
El castaño aparto su boca del cuello de su mujer y buscó sus labios con desesperación. Su lengua se abrió paso a través de sus dientes y al encontrar la de ella, una explosión se desató en su interior a causa de esos besos. Charles se separó de ella. Levantó una de sus manos y acarició muy despacio su mejilla.
- Solo es por una buena causa. Una cena y punto. Y antes de medianoche estaré en la cama con mi mujer -le prometió él intentando no causarle más desasosiego a su esposa.
- Me encanta cuando dices eso –le confeso ella algo ruborizada.
- ¿El qué? –sus dedos descendieron por su cuello rozando este con mucha suavidad.
- Lo de mi mujer.
- Es lo que eres, mi amor. No te puedes imaginar lo feliz que me haces cuando tú me lo dices a mi.
- Te quiero mucho Charles –Diana apoyó su cabeza en el hombro de su marido y dejó que él la abrazara, permaneciendo así unos buenos segundos.
- Eres mi vida entera, Diana. No olvides nunca lo mucho que te amo.
