06. Un invitado y un libro

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Caminó lentamente de vuelta hacia el aula de detención, tratando de retrasar cuanto fuera posible el momento en que tuviera que ver de nuevo las caras de los miembros de aquel pequeño grupo.

Eddie estaba puliendo el pizarrón con un trapo lleno de alcohol, cuando vio la puerta abrirse y a Harrington entrar.

—¿Qué dijo la enfermera?

—Voy a estar bien. — dijo Steve serio — Y... no te preocupes por la camisa, te voy a comprar una nueva.

Eddie frunció el ceño.
—Ya te dije que no importa.

—No siempre es cierto todo lo que decimos. — comentó Steve mientras guardaba algunas cosas de botiquín que le había dado la enfermera.
Eddie dejó el trapo sobre el escritorio de la profesora y se acercó a Steve.

—¿Qué te pasa?

Steve le apartó la mano cuando estaba por ponérsela sobre el hombro, lo que hizo retroceder a Eddie con aquella mirada de preocupación.

—Estoy bien, y voy a estar bien. — le dijo Steve serio, luego se dio la vuelta para ver a los otros chicos — ¿Qué me toca limpiar?

Cuando las horas de castigo terminaron, Steve salió rápidamente del aula y se fue a casa a ejercitar hasta más no poder.
Al día siguiente, tras salir de clases, hizo exactamente lo mismo, y también el resto de la semana.

La noche del sábado, tras aquella larga rutina, su cuerpo se sentía agotado, así que fue al refrigerador en busca de alcohol para fortalecer al menos su espíritu, solo para encontrarse con que no había siquiera una gota de cerveza.
Apoyó ambas manos sobre la barra y suspiró con los ojos cerrados y la cabeza gacha. Tomó sus llaves y salió camino al supermercado.

Vagó unos minutos con el carrito yendo hacia el otro pasillo, el
de los suministros fríos, en el que Eddie Munson hurgaba entre el  refrigerador de las cervezas en busca de su marca favorita.
No fue hasta que este último cerró la puerta y se dio la vuelta que vio a Steve. Ambos permanecieron serios sin decir palabra alguna.
Eddie dejó las cervezas en su propio carrito y lo empujó haciéndolo rodar hacia el refrigerador de los lácteos en busca de leche. Steve avanzó hacia el de las cervezas, tomando el lugar que antes ocupaba el pelilargo.

Cuando ambos encontraron lo que buscaban movieron sus carritos y tal fue la molestia de los dos cuando se encontraron de nuevo en el otro pasillo.
Steve movió el carrito para darse la vuelta e ir hacia otro pasillo en lo que Eddie buscaba ahí, pero las estúpidas ruedas del carro se atoraron. Él maldijo y empujó con fuerza hasta conseguir moverlo.

—¿Cómo se supone que debo interpretar esto? — le preguntó Eddie antes de que se fuera. Steve no lo vio — ¿Por qué me estás evitando?¿Qué hice? Es tan injusto que ni siquiera me hayas dado una mínima puta explicación.

—Ya te lo explicaron tus amigos.

—¿De qué hablas?

—Escuché su conversación en detención. Ellos te convencieron de que no soy bueno para el grupo, y de paso también me convencieron a mí.

—Deja de asumir cosas, Steve. — reclamó Eddie enojado — Ellos no me convencieron de nada.

—No diste ningún argumento en contra de lo que Gareth te dijo. Tu silencio me bastó.

—¿Mi silencio te bastó?¿No te bastaron mis palabras de antes?
Mira, tal vez me equivoqué con respecto a los chicos. Realmente creí que te aceptarían como amigo, pero yo ya lo hice y es muy difícil hacerme cambiar de opinión. Si no les dije nada fue porque no voy a intentar más convencerlos, así no funcionan estas cosas; es por eso que tampoco voy a intentar más convencerte a ti.
Esta será la última vez que te lo diga: Yo sí quiero que seamos amigos. — aseguró — Si quieres creerlo, hazlo; sino, pues... eso sería todo.

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora