26. Cuatro paredes

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Abrió los ojos. Ya había amanecido y como como era costumbre, despertó antes que Eddie.
Al voltear a verlo sonrió con ternura. Su cabello estaba muy desordenado como todas las mañanas. Bajo las sábanas, sus cuerpos desnudos transmitían una calidez exquisita, y el tan solo inhalar el aroma del chico, provocaba en Steve ciertos deseos perversos.
Lo abrazó con suavidad, le besó el cuello, y luego acercó la boca a su oído.
—Despierta. — susurró, a lo que Eddie se quejó — Despierta, que quiero hacerte el amor antes de ir a clases. — continuó diciendo; entonces, como si lo hubieran pinchado con una aguja, Eddie abrió los ojos y se incorporó de un salto.

—De acuerdo. — dijo con una radiante sonrisa, que a su vez hizo a Steve soltar una carcajada.

—Era broma. Se hace tarde. — trató de levantarse, pero Eddie le dio un empujón por los hombros, acorralándolo contra la cama y se inclinó para besarlo.

—Tú no vas a jugar así conmigo, imbecil. — avisó al tiempo que deslizaba una mano hacia la entrepierna de Steve para acariciarla. Este sonrió y atrajo su cabeza una vez más, uniendo nuevamente sus labios en un apasionado beso.

Al haber llegado ambos al orgasmo, se dejaron caer en el colchón, boca arriba y respirando pesadamente. Steve volteó hacia Eddie, el chico mantenía los ojos cerrados; al abrirlos y voltear también hacia él, se dio cuenta de que el castaño lo observaba atentamente, manteniendo una ligera sonrisa en sus labios.
Iba a protestar por ello, pero Steve interrumpió el pensamiento.

—Te ves precioso por las mañanas. — le dijo — Es decir... todo el día, pero especialmente por las mañanas.

—No, cállate. — murmuró Eddie avergonzado. Steve le acarició la mejilla y lo besó una vez más, manteniendo esa pequeña sonrisa.

—Te amo tanto...

—Yo te amo más. — susurró Eddie contra sus labios.

Aquel susurro pareció dejar un eco, repitiéndose varias veces hasta desaparecer en la habitación, la cual de repente se tornó oscura cuando Steve abrió los ojos. La felicidad que sentía se desvaneció junto con el sueño, y fue asaltado una vez más por el dolor y el amargo sentimiento de volver al presente, en donde ambos estaban cada uno en una orilla de la cama; en donde aún no amanecía y en donde Eddie no le sonreiría al despertar.

Tras recoger sus cosas, incluyendo su obsequio de cumpleaños, que supuso Eddie quería que se llevara, caminó hasta un lado de la cama y se quedó de pie observando al chico; la persona más importante de su vida, a la que deseaba con toda su alma poder proteger de cualquier daño; siendo consciente de la ironía en el hecho de que él mismo le había causado una gran herida emocional.
Su pies se movieron hacia la cama en un impulso por abrazar a su chico, besarlo y repetirle cuanto fuera necesario lo mucho que lo amaba. En cambio, estiró el brazo para tomar una de las sábanas que seguían dobladas en la cama, la desdobló y la colocó cuidadosamente sobre el cuerpo de Eddie, quien hizo un pequeño murmullo antes de tomar la sábana y acomodarla, arropándose hasta el cuello.
Lo vio con deseos de sonreír y a la vez de llorar.
—Gracias por todo, Ed. — susurró — Espero que un día puedas perdonarme.
Te... — vio el resto de la habitación con lágrimas en los ojos, anhelando poder quedarse en aquel espacio que tantos secretos y recuerdos felices albergaba.
Hizo un movimiento negativo con la cabeza, se dio la vuelta y salió.

Toda su vida sintió que le faltaba algo; tal vez era amor paternal; tal vez eran amigos de verdad... pero fue en ese momento, mientras manejaba el auto camino hacia su solitario departamento en la madrugada de su cumpleaños, que pensó que tal vez era tiempo de darse cuenta de que el número de cosas que no estarían a su alcance iban a incrementar a partir de ahora.
Jamás se había sentido tan solo como hasta ese momento; aún así, el sentimiento solo incrementó conforme avanzaban las horas.

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora