21. Preludio

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Apenas al llegar a casa, ambos chicos dejaron tiradas las mochilas en el suelo del cuarto y caminaron lenta y pesadamente hacia la cama, en donde se dejaron caer. Eddie con la cara hundida en la almohada, y Steve de espaldas, con los ojos cerrados.
Iban vestidos con sus coloridos uniformes del Scoops Ahoy, en el que cumplían su sexto día de trabajo.
El centro comercial había abierto el fin de semana, y desde entonces se convirtió en la sensación. Por ser algo nuevo y por todas las ofertas que conllevó la inauguración, llegaba muchísima, muchísima gente; mucha más de la que los chicos, quienes nunca en su vida habían tenido un empleo real, podían soportar.
Quizá lo único bueno eran las propinas.
Con la escuela, el trabajo, las tareas, y lo temprano que se dormían en los últimos días por el cansancio, ya no les quedaba nada de tiempo para divertirse.
A Wayne le hacía algo de gracia verlos así de cansados, y les aseguró que el trabajo pronto se volvería menos pesado o que al menos se adaptarían.

Sin saber con exactitud a qué hora, Steve se quitó los zapatos y se acomodó para dormir, con un poco más de tranquilidad que los otros días, puesto que mañana al fin sería su día libre.
Ninguno de los dos se molestó siquiera en quitarse el uniforme o en levantarse para absolutamente nada. Eddie mas bien parecía haberse dormido apenas al tocar la almohada. Steve suspiró al moverse en el colchón y abrazarlo. Llevaban días sin siquiera manosearse un poco, contrario a todas las esperanzas de Eddie de hacerlo incluso durante el descanso en el trabajo. Sonrió recordando las palabras del chico y lo apretó suavemente con los brazos antes de darle unos cuantos besos en el cuello y luego quedarse dormido casi de inmediato.

Los despertó la voz de Wayne al otro lado de la puerta. Eddie abrió un solo ojo y vio a Steve, quien ya lo veía desde antes.
—¿Y si faltamos a clase hoy? — susurró estirando la mano para acariciarle el cabello.

—¿Hablas en serio? — preguntó Steve. Eddie asintió — ¿Y qué vamos a hacer?¿A dónde vamos a ir? Si tu tío nos ve aquí nos regañaría.

—A tu casa. Nunca hemos nadado juntos en tu piscina. Ya no hace tanto frío. — vio a Steve con expectación. Este parecía estar pensándolo mientras veía hacia el techo — Vamos, cariño, es nuestro día libre.

—Y para el siguiente día libre mis padres ya van a haber llegado. — añadió Steve meditabundo — Supongo que no pasa nada si faltamos, no tenemos que presentar tareas hoy.

—Me convenciste. — dijo Eddie sonriendo y se incorporó en la cama dispuesto a ir a preparar el desayuno, pero Steve tiró de su brazo y lo hizo tumbarse de nuevo.

—Estos días me has tenido en abstinencia, ¿y ahora ni siquiera me das un beso de buenos días, maldito?

—Solo estaba emocionado. Vamos a estar solos todo el día, ya tendremos tiempo.

—¿Y el resto de los días? — preguntó Steve con pesar.

—Como dijo Wayne, nos iremos adaptando. Pero oye, cuando quieras besarme, tocarme... o incluso hacerme el amor, hazlo. Tienes mi total consentimiento.

—No voy a hacértelo mientras duermes.

Eddie soltó una carcajada.
—¿Lo has pensado?¿Me has visto dormido y te han dado ganas?

—Es que te ves tierno, en especial por la mañana.

—¿Ah, sí? — preguntó aún riendo  — Bueno, la próxima vez no te reprimas, sería una excelente forma de despertar. — aquello hizo sonreír a Steve. Se acercó para unir sus labios en un beso que Eddie correspondió con gusto, y luego se quedaron abrazados un momento, en el que Steve se dedicó a pensar. Estaba por preguntarle algo, cuando Eddie habló sobre el tema como si hubiese leído sus pensamientos.
— Y cuando quieras podemos hacer lo acordado. Digo, si es que no has cambiado de parecer. — el rostro del castaño se volvió notablemente rojo, lo que hizo asomar una sonrisa en sus labios — ¿Recuerdas cuando te burlabas de mí por sonrojarme?

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora