18. Hogar

148 19 4
                                    

Los tres se vieron entre sí durante un par de segundos que parecieron ser eternos.
Antes de que cualquiera de los chicos pudiera decir siquiera una palabra, Robin retrocedió, cerrando apresuradamente la puerta para volver al interior del local. Ellos se vieron entre sí, aterrados.
—Haz algo. Me odia. — dijo Steve desesperado — Me odia. Podría contarle al dueño o a todos en la escuela. — pero fue él quien siguió a la chica hacia adentro y la encontró de pie frente al hombre. Eddie fue detrás.

—¿Podemos hablar?

—No. Nada de hablar, chico. — dijo el señor Walsh — ¿Te interesa el empleo o no?

—Yo no…

—Yo me iré. — lo interrumpió Robin. Los tres la vieron confundidos — No quiero trabajar aquí.

—¿Estás bromeando, niña? Hasta trajiste un currículum.

—Bueno, eso era antes de ver las tareas horrendas que me tocaría hacer. — dijo Robin — Me voy. — fue a recoger su mochila y el estuche con la trompeta y se fue caminando sin más.

Steve volteó hacia Eddie y los dos se vieron sin saber bien qué pensar o hacer. Su silencio fue interrumpido por un bufido del señor Walsh.

—Estos chicos ya ni saben lo que quieren. Si ustedes también van a hacerme perder el tiempo, mejor váyanse de una vez. — le dijo a los menores.

—¿Tenemos el empleo? — preguntó Eddie.

—Si no cambian de opinión en cinco minutos, sí. — ambos asintieron — Vuelvan en un par de días para entregarles sus uniformes.

—¿Uniforme?¿De qué color es? — preguntó de nuevo Eddie temiendo lo peor.

—Pues… azul. ¿Eso qué importa?

—¿Qué tono de azul? — fue lo último que Steve escuchó de la conversación.

Caminó en la misma dirección por la que Robin se fue, hasta llegar a la entrada del centro comercial. Maldijo al ver que la chica se subía a un autobús, y no vio más opción que volver al local de helados, en donde estaba Eddie, ya listo para irse.

—Tranquilo, no creo que te odie y... no es una mala chica. — dijo el pelilargo mientras se estacionaba frente a la casa.

—Ella me lo dijo.

—¿Te dijo que te odia?¿Por qué? — preguntó incrédulo. Steve se limitó a ver por la ventana serio y en silencio —Podemos hablar con ella mañana; pero en serio no creo que se lo cuente a nadie, pudo haberlo hecho para quedarse con el trabajo y en cambio renunció. Es raro.
Steve... — dijo un momento después — ¿Qué pasa? Di algo.

—Lo siento. Soy un imbecil.

—¿Por qué te estás disculpando?

—No debí besarte ahí. Pude haberlo jodido todo. Cualquiera pudo habernos visto.

—Si yo no te estoy reprochando nada, tú tampoco deberías hacerlo. Somos adolescentes, eso es lo que hacemos: tonterías.

—Sería diferente si fuera con una chica. — murmuró Steve aún viendo por la ventana, pero tras un momento en el que Eddie permanecía en silencio volteó a verlo. El pelilargo tenía un gesto de dolor en su rostro — ¡No, no es lo que quise decir! Yo... no es que quiera estar con una chica, Eddie, solo... solo digo que nosotros no podemos tomarnos esas libertades, y yo lo hice sin pensar en nada. Soy un idiota, y ahora también te hice sentir mal. ¡Qué mierda! — se frotó la cara con las manos, lleno de frustración.

—Está bien. Mira... deja de preocuparte por cosas que no pasaron y que no van a pasar. Tendremos más cuidado. Ambos, porque si fue tu culpa, también fue la mía por corresponder.
Te deseo tanto que me es imposible no querer besarte a cada minuto, y sé que a ti te pasa igual, y no somos imbéciles por eso. Bueno, tal vez sí; pero me agrada que seamos 'esa' clase de imbéciles.

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora