13. Discordancia de emociones

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El tercer cigarrillo de la tarde fue encendido y el pelilargo le dio una fuerte calada antes de tocar algunas notas en su guitarra; notas que se oían casi tan tensas y furiosas como él lo estaba.
Siguió deslizando los dedos por las cuerdas mientras la púa sacaba de ellas aquella escandalosa discordancia, que no lo dejó escuchar que la puerta se abría a sus espaldas.
Unos brazos le rodearon la cintura y, al sentir un beso en el hombro, se apartó bruscamente, dando unos pasos hacia el frente, rehusándose a ver la cara de Steve, quien lo veía perplejo.

—¿Qué te pasa? — preguntó el castaño sin obtener respuesta.
— ¿Eddie?

—¿Dónde has estado?

—Apenas son las siete y media, ¿de qué hablas? — dijo divertido por la situación, aunque sabía que Eddie había estado irritable durante los últimos días.

—Sé que sabes a lo que me refiero. — dijo Eddie viéndolo por fin — El martes dijiste que tenías práctica de baloncesto, cosa que sabía perfectamente que era mentira, pero lo dejé pasar. El miércoles tuviste una cita con el dentista, muy, muy prolongada, de unas cuatro horas. — decía cada vez más molesto y alzando el tono — ¿Ayer qué fue lo que hiciste toda la tarde? Ah, sí, un trabajo grupal de ciencias que ni siquiera te dio tiempo de llamarme.
¿Hoy cuál es la mentira que me vas a inventar? Estoy ansioso por escucharla.

—No son...

—Si te atreves a decir que no son mentiras te voy a romper esta guitarra en la cabeza. — advirtió descolgándosela del hombro y sujetándola como si fuera un bate de béisbol. Apretó furioso los dedos alrededor del mango al ver una sonrisa asomar en los labios de Steve.

—Creo que eso te dolería más a ti que a mí. Amas demasiado a esa guitarra.

—No estoy de humor, Harrington. — entonces la sonrisa de Steve se borró y lo escuchó maldecir en voz baja.

—No es nada.

—Si no es nada, ¿por qué carajos me mientes? — preguntó Eddie sin obtener respuesta — ¿No confías en mí?

—¿Y tú? — contrarrestó Steve empezando a molestarse también — ¡Tampoco confías en mí! Has estado pensando que estoy haciendo quién sabe qué cosas, ¿por qué?

En eso unos golpes en la puerta los hicieron ver hacia allí. Eddie fue a abrir y se encontró con Wayne al otro lado, quien lo vio serio.
—¿Todo bien? — preguntó y bajó la vista hacia la mano derecha de Eddie, que sujetaba la guitarra y a la vez, entre los dedos, el cigarrillo humeante. El mayor se lo arrebató.
Eddie vio hacia la madera de la puerta y asintió serio, entonces Wayne vio hacia adentro, a Steve, quien también asintió.
— Me voy a trabajar, por favor pórtense bien y dejen de pelear.
Los veo mañana.

Cuando se hubo ido, Eddie mantuvo la puerta abierta y vio a Steve.
—Tú también vete. — le dijo y fue a encender otro cigarrillo.

—¿Estás bromeando?

—¿Te parece? — preguntó. Se colocó la guitarra de nuevo y volvió a tocar, pero luego dejó de hacerlo y vio a Steve — La próxima vez que quieras mentirme piensa en excusas un poco menos estúpidas.

Ambos se vieron a los ojos fijamente, retándose, y Steve le dio la victoria a Eddie, apartando la mirada.
—Supongo que ya no estoy invitado a la campaña de mañana con tus amigos, ¿no?

—Ni siquiera querías ir realmente.

—De acuerdo, Eddie, ¿sabes qué creo? Creo que estás enojado y ebrio — dijo Steve señalando las botellas de cerveza vacías en una mesa — y sé por experiencia que esa no es una buena combinación; así que lo que voy a hacer es irme ahora y dejarte para que descanses, y mañana, cuando te levantes, quiero que pienses en lo estúpido que te comportaste esta noche. Cuando te des cuenta, llámame.

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora