08. Estruendosa verdad

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La música sonaba por toda la calle fastidiando a la gente del vecindario.
La puerta del garage de la casa estaba abierta y, dentro de este, los cuatro chicos tocaban sus instrumentos como si de ello dependieran sus vidas.
Gareth terminó la canción con unos golpes en la batería y luego alzó las baquetas sonriendo.

—¡Esoooo! — gritó y tocó unas notas más. Luego se levantó para ir a sacar una botella con agua del mini refrigerador que tenían en el garage.
— ¿Ahora qué canción sigue?

—Yo terminé por hoy. Debo irme. — avisó Eddie.

—Pero apenas son las seis. — dijo Gareth — Ensayemos hasta las siete y luego cenamos. Mamá va a hacer carne mechada, sea lo que sea que es eso.

—Estamos ensayando desde las tres, ¿no es suficiente?

—Tú eres el que siempre dice que nunca es suficiente. — argumentó Jeff — O bueno... decías, porque este es nuestro primer ensayo en dos semanas.

—He estado ocupado. — dijo Eddie. Vio a sus tres amigos y tensó el rostro — Bien, vamos, lo que tengan que decir díganlo.

—Ya casi nunca pasas tiempo con nosotros desde que empezaste a considerarnos "los idiotas" y a Steve tu mejor mejor amigo.

—No lo considero mi mejor amigo, pero ustedes sí son unos idiotas.

—¡No, tú eres el único idiota aquí! — exclamó Gareth perdiendo la paciencia — Eddie, ¿de verdad no te das cuenta de que Steve Harrington solo está contigo porque no tiene a nadie más? Ahora te necesita, pero si el rey recupera su corona, tú vas a volver a ser invisible para él.

—Agradezco tu enorme preocupación; — dijo sarcástico mientras iba por el estuche de la guitarra — pero no soy un niño, Gareth, y tampoco soy estúpido. Asumo cualquier consecuencia.
Ahora, si me disculpan... que disfruten la noche y la carne mechada.

Cerró el auto de un portazo y condujo a su casa para ir a darse un baño y ponerse ropa limpia.
Era día sábado. En el cine habían lanzado apenas una película que Steve insistió en que Eddie amaría, pero por la forma en que lo dijo ya sospechaba que sería todo lo contrario.
Sonrió mientras hurgaba en sus cajones en busca de algo apropiado.
Era una salida tranquila al cine y quería vestir algo no tan pesado, sino más bien muy casual.

Estaba en el baño cepillando sus dientes cuando oyó un auto estacionarse afuera y luego los golpes en la puerta. Maldijo con la boca llena de espuma. Se cepilló y enjuagó de prisa para luego ir a abrir.

Steve estaba de espaldas a la puerta, pero al oír que abría, volteó y le sonrió.

Eddie se preguntaba cómo diablos hacía Steve para verse bien con lo que fuera. Siempre lucía muy distinguido, así fuera solo con una simple camisa y unos jeans, cosa que a él no le parecía nada justo, dado que debía esforzarse el doble y aún así se sentía como un vago desgarbado al verse en el espejo. No quería ni imaginar cómo se veía junto a Steve.

—Hola. — saludó Steve sonriendo. Eddie devolvió el saludo y apagó la luz antes de cerrar la puerta y empezar a bajar las gradas, pero Steve sujetó su brazo e hizo que lo viera a la cara.
— Me hace gracia la idea de que vayas así al cine, pero... — le pasó el pulgar por la mejilla y luego se lo mostró. Tenía un poco de espuma de la pasta dental. Eddie sonrió avergonzado — Ahora estás perfecto. — dijo sonriendo, luego apartó la vista — Digo... ya no tienes nada... de... pasta. ¿Nos vamos, por favor?

—Sí, sí. — dijo Eddie ahora entre avergonzado y divertido.

Para esa salida decidieron ir en el auto de Steve. De hecho, decidieron turnarse para salir entre los dos autos, así dejarían la costumbre tediosa de tener que encontrarse en determinado lugar; simplemente uno pasaría a recoger y a dejar al otro.

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora