22. Tú y yo

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—Munson... bésame. — suplicó con voz suave. Escuchó la risita de Eddie y aquello solo consiguió avergonzarlo aún más — Dios, cómo te odio.

—¿Y qué harás al respecto? — le susurró Eddie al oído.

—Te confías demasiado, pero en algún momento tienes que soltarme. — se removió en la cama intentando aliviar la tensión que crecía en su entrepierna.
Las esposas apretaban un poco, quizá le dejarían algunas marcas en las muñecas y, por alguna razón que ni siquiera él comprendía, esa idea también lo excitaba.
De nuevo escuchó a Eddie reír.

—Gracias por recordarme que debo aprovechar el tiempo. — le dijo y se acercó a besarlo en los labios. Steve suspiró — ¿Aún me odias?

—Algo. — susurró.
Los besos bajaron a su cuello, mientras Eddie se colocaba encima, apenas rozándose contra él. No quería hacer demasiado contacto antes de tiempo.
El abdomen del castaño se tensó al sentir los húmedos besos bajar por ahí, y Eddie lo vio lamerse labios con nerviosismo. Él sonrió incorporándose.

—¿Unos cuantos besos y ya estás así? — preguntó rozando con sus dedos el miembro del otro, el cual ya estaba duro bajo los boxers. Steve jadeó — Hoy estás muy sensible... o muy necesitado. ¿Extrañas tanto el sexo como yo? — sus manos se dedicaron a bajarle lentamente la ropa interior, dejando al descubierto aquella erección, que hizo a Eddie morderse el labio con deseo.
Negó con la cabeza y se levantó de la cama para ir a hurgar en su caja.

Bajo el pañuelo, los ojos de Steve hacían todo lo posible por ver a Eddie, desde luego sin ningún resultado.
Él respiraba agitado, sintiendo que todo su cuerpo quemaba, y su corazón se detuvo un momento al escuchar un sonido vibrante. De nuevo se movió nervioso.
—¿Qué es eso? — preguntó tratando de que su voz no temblara.
No recibió más respuesta que una caricia en su pierna.
Eddie le deslizó suavemente una mano hacia el interior de los muslos y lo hizo abrir las piernas despacio. Luego, sin previo aviso, Steve sintió que el chico le introducía la punta de un dedo en su agujero.
Por inercia cerró las piernas sobresaltado, apretando entre ellas el amtebrazo de Eddie, quien no se abstuvo de introducir por completo su dedo untado en lubricante.

—Steve...

—¡Mierda... no puedo!

—Es solo un dedo. — dijo Eddie sonriendo; lo movió un poco en su interior, sacando un jadeo de la boca del castaño y provocando que apretara aún más las piernas; entonces sacó la mano de entre ellas — Está bien, cariño, si quieres que lo dejemos solo dilo, no me voy a molestar. — aseguró y esperó por la respuesta. Steve parecía dudarlo mucho. Cuando por fin habló, lo hizo con voz débil.

—No me gusta que estés tan lejos.
Sigue, pero... bésame mientras lo haces.

Aquello sacó una pequeña sonrisa de los labios del pelilargo, que hasta ese momento había estado sentado en la orilla de la cama; pero que, con todo el deseo de complacer a su novio, se levantó de ahí y se deshizo de su ropa, salvo de los boxers.

Steve sintió el cálido cuerpo del chico contra su piel y sus bocas se unieron en un beso apasionado que los hizo jadear.
No pasó mucho antes de que sintiera de nuevo el dedo de Eddie buscando entrar. Esta vez lo permitió sin protesta y, muy pronto, sintió la intromisión de un dedo más.
La sensación era extraña e incómoda, pero la lengua de Eddie en su boca era en verdad un excelente consuelo, que lo hacía olvidarse de todo lo demás.
Cuando menos acordó, se encontraba moviendo las caderas al ritmo en el que los dedos de Eddie entraban y salían de él. Gemía con suavidad contra la boca del otro, quien, con discreción, estiró el brazo para tomar de la mesita de noche algo que había estado reservando.

El oído de Steve se agudizó al escuchar de nuevo ese sonidito vibrante.
—Hmm... ¿qué es eso? — preguntó de nuevo, aún sin despegar los labios de los de Eddie. Una vez más no obtuvo respuesta, pero muy pronto supo lo que era, al sentirlo contra su cuerpo.
Eddie le deslizó el vibrador hacia abajo, por el abdomen, luego lo sujetó contra pene de Steve, apretando ambos entre su mano. El chico pareció vibrar de pies a cabeza junto con el aparato, cosa que complació a Eddie.
El recorrido continuó, y observó el rostro de Steve enrojecer por completo cuando la punta del vibrador hizo contacto con su agujero dilatado.

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora