10. Marcas

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Una música animada sonaba alrededor dentro del colorido lugar mientras Eddie, sentado, observaba idiotizado a Steve, que yacía apoyado de antebrazos en la barra esperando por su pedido.
Una señora le entregó una bandeja con un par de malteadas y algunos platos con comida, y Steve la sujetó con cuidado para llevarla hacia la mesa.

—Se caen, se caen, se caen. — advirtió, entonces Eddie se levantó riendo para tomar los vasos, que estaban hasta el borde de las espumosas malteadas.

—Tienes pésimo equilibrio.

—Claro, ¿no has visto cuántas veces me he caído jugando?

Eddie se echó a reír.

Se dejaron caer en el cómodo sillón y probaron las malteadas.

—Jamás me decepcionan. — comentó Steve con aprobación — Este es un buen lugar para citas.

—Con chicas sí. Entre dos chicos es demasiado gay.

—No te quieras hacer el macho men conmigo, Munson.

—¿Macho men?

—Como en la canción. — dijo Steve sonriendo — Beat it... ¿Michael Jackson?
¡¿No la has escuchado?!

—¡Sí! No, la verdad no. No sé. Tal vez.

Steve lo vio perplejo y tras dejar la malteada en la mesa se levantó en silencio yendo hacia la antigua rockola que reproducía la música del lugar.
Eddie rió en voz baja mientras lo veía buscar entre las listas la canción hasta dar con ella. Apenas terminó la que sonaba, comenzó la musiquita de la intro de Beat it y Steve se acercó haciendo uno de los pequeños pasos de baile de la canción, haciendo sonreír al pelilargo.

—Y creí que a mí me faltaban conocimientos sobre música.

—Sí la había escuchado, ya lo recordé.

—No te creo nada, Eddie. — bufó Steve estirándose para tomar otra vez su malteada. Este se echó a reír.

Al terminar de comer se dedicaron a resolver un laberinto en papel que les habían dado con la comida. Eddie terminó primero y cantó victoria ante la mirada molesta de Steve.

—Tú ya ganaste un partido de baloncesto hoy, deja que yo también disfrute mi triunfo, aunque sea pequeño.

Steve rodó los ojos con una ligera sonrisa y se estiró para tomar una de las servilletas de papel que no habían usado. Con el lápiz con que resolvió el laberinto escribió algo y le pasó la servilleta a Eddie.

Me gusta ver cómo brillan tus ojos cuando estás feliz.
Me gustas

Eddie volteó a verlo emocionado, pero Steve veía hacia otro lado intentando disimular el color en su rostro.
Bajó la vista sonriendo y escribió una respuesta.

Estoy feliz de estar contigo.
También me gustas.

Steve sonrió con disimulo al leerla y, muy cuidadosamente, dobló la servilleta para guardarla en su bolsillo.
—¿Quieres... ir a casa?

—¿Me estás invitando a mi propia casa o a la tuya?

—Un día dijiste que tu casa es mi casa, y yo ya vivo ahí. — dijo Steve en defensa. Eddie soltó una risita y asintió.

—Está bien. Vamos a casa.

Pasaban de las once cuando llegaron, y hacía un frío terrible afuera, así que entraron de prisa.
Steve fue a dejar su maleta con el uniforme de baloncesto al cuarto y luego volvió a la cocina, en donde Eddie tomaba un vaso con agua.

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora