07. Mente confundida

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Eddie siguió inmóvil y con la boca entreabierta. Vio hacia la puerta y luego vio de reojo al castaño, que yacía acostado de lado, de espaldas a él.
¿Qué debía hacer? Vio de nuevo hacia la puerta.
Se incorporó pasando por encima de Steve con cuidado de no golpearlo y caminó hacia la salida, mientras el castaño lo veía sintiéndose, en el fondo, un tanto decepcionado.

Por debajo de la puerta alcanzaba a filtrarse una línea de luz proveniente de la sala. Steve vio que esta se apagaba. La puerta se abrió y Eddie volvió a entrar. Se subió de nuevo a la cama y se acomodó junto a Steve, quien ahora sonreía ligeramente.
Escuchó que el pelilargo chasqueaba la lengua. Volvió a levantarse y fue a buscar una sábana para él.

—Podíamos compartir. — dijo Steve volteando a verlo.

—Oye, si compartiéramos sábanas, tu integridad correría mucho peligro, porque a mis manos no las controlo. — comentó Eddie sonriendo. Steve sonrió un poco.

—Dices muchas cosas, Eddie, pero ni siquiera puedes verme sin camisa sin sonrojarte. — le dijo con voz suave acercándose a su cara, lo que le cerró la boca de una vez a Eddie — Buenas noches. — Steve se dio la vuelta con una gran sonrisa en sus labios. Al fin había podido contrarrestar al menos una de las bromas del chico.

El otro, por el contrario, se había quedado serio, en completo silencio, con la cara ardiendo y la cabeza dando mil vueltas.

Un rato después escuchó que Steve dormía. Afuera comenzaron a caer algunas gotas de lluvia.
Aquel otoño había sido muy frío, pero había llovido solo una vez, al parecer serían dos veces con esa noche.

Estuvo pensando en las palabras de Steve y su estómago se contraía de vergüenza al recordarlas. Dio vueltas en su pequeño espacio de la cama sin poder conciliar el sueño, pero cuando la lluvia azotó con más fuerza, comenzó a adormecerse con aquel ruido, que siempre le había parecido muy tranquilizador.

Estaba dormido cuando rodó por la cama y dio contra algo cálido. Suspiró y se abrazó a él con suavidad.

Steve abrió los ojos al sentir los brazos de Eddie rodeándolo. El pelilargo estaba pegado a su espalda. La mano de este reposaba contra sus costillas y Steve la sujetó para apartarla, entonces Eddie apretó más el brazo mientras se quejaba dormido. Aquello lo hizo sonreír un poco.
—Está bien. — susurró y dejó de intentar apartarlo.
Trató de dormir de nuevo, pero se le dificultaba y se dedicó a ver alrededor a  través de la oscuridad. Todo en aquel cuarto gritaba: Eddie Munson. La decoración, el despreocupado bulto de ropa sobre una silla, el cenicero en la mesita de noche, la guitarra colgada frente al espejo...

Steve lo había visto tocar durante el concurso de talentos del año anterior, junto con sus amiguitos los freakys. Antes de eso no sabía que tocaba la guitarra, pero fue testigo de que era muy bueno. Eso solo volvió a Eddie aún más interesante para sus ojos y, de cierta forma, lo hizo reprocharse una vez más el no haber sido su amigo cuando podía.

Pero ahora ahí estaba, durmiendo en la misma cama que el chico. Pensar en eso le causaba cierta sensación en el cuerpo, que no podía describir porque no quería pensar en las palabras para describirla. Se sentía extrañamente bien, y eso es todo lo que se permitiría pensar. Pero la mano de Eddie se deslizó a su abdomen y con los dedos le acarició la piel. Su cuerpo se tensó. Aquello no estaba permitido.

Tomó el brazo de Eddie y lo hizo a un lado sin importarle que el chico despertara. Se removió en la cama aún con el cuerpo tenso y se forzó a dormir.

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Eddie despertó por la mañana en una cama vacía. Se frotó los ojos con los dedos y se incorporó viendo hacia un lado con el ceño fruncido.
En el espacio vacío que debía ocupar Steve, estaba su cobija doblada, sus pantalones, el libro de Stephen King, y una nota.
Perdón por no despedirme, pero ya era tarde, parecías perdido en tus sueños y no quise interrumpirlos.
Gracias por todo.
Te veré mañana en la escuela.
Posdata: Más te vale que no leas sin mí :)

¡Hey, tú! [Steddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora