Capítulo 26.

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Lorena

Paso de discutir con el profesor el primer día de clase, así que sin hacer ningún comentario ni ninguna mueca de desagrado, cojo mi mochila y me siento al lado de Dani. No es que me incomode sentarme con él pero... hace que me sea más difícil convencerme de que tengo que olvidarle.

Escucho cómo suelta un suspiro mientras abre su libro de Matemáticas y, sin decir nada, mira al frente para atender a la lección de hoy. Pasamos el día en silencio, sin intercambiar siquiera una mirada. Aunque aparentamos estar pendientes de las explicaciones de los profesores, creo que los dos estamos más que distraídos.

Cuando acaba el instituto, camino junto a Jesús y Lucas hacia nuestra casa, ya que vivimos los tres en la misma calle. Dani creo que se iba a venir con un amigo, no sé.

-¿Te vienes esta tarde a casa? Mis padres trabajan y estamos Dani y yo solos -dice Jesús mirándome.

-¿Tú vas? -me intereso mirando a Lucas.

-Eh... no, yo tengo que... he quedado con Míriam -contesta con una sonrisa nerviosa.

-Bueno, pues llama a Lucía -suspiro mirando a Jesús otra vez-. No quiero verme en una situación incómoda con tu hermano.

-Ya he hablado con ella, viene a las cuatro.

Daniel

-No va a funcionar -suspiro dejándome caer de nuevo en la cama-. Es demasiado orgullosa. Preferirá saltar por la ventana antes que hablar conmigo.

-Tienes que hacer algo antes de que sea demasiado tarde. Ayer hiciste de héroe con su hermano, si tienes un mínima posibilidad de que te escuche, es ahora -dice Jesús acercándose a la puerta de mi habitación-. Y ahora baja a comer conmigo, que últimamente no comes nada, Dani.

-Ahora bajo -susurro levantándome de la cama y acercándome al escritorio.

Noto como mi hermano suspira a mi espalda y sale de mi habitación cerrando la puerta tras de sí. Cuando se marcha, cojo una fotografía que tengo colgada en el corcho de la pared, en la que salimos Lorena y yo besándonos en la plaza del pueblo. Hago una mueca y bufo antes de dejarla sobre el escritorio y bajar a comer.

Lorena

-Mamá, he quedado con Jesús y con Lucía. Luego vuelvo -informo asomándome al salón, donde está mi madre haciendo un puzzle con Miguel-. Os veo esta noche, chicos -me despido antes de darle un beso a mis hermanos.

Salgo de casa después de despedirme y me dirijo a casa de los gemelos. Nada más llamar al timbre, Jesús me abre la puerta con una sonrisa.

-Tengo que ir a buscar a Lucía, se ha perdido -miente cogiendo sus llaves-. Te quedas con Dani.

-Mejor me vuelvo a mi casa.

-No me odies por esto -ruega antes de agarrarme para impedir que salga.

Dicho eso, sale de su casa y echa la llave.

-¡Jesús! -grito dándole un golpe a la puerta-. Será hijo de puta.

-¿Estás bien? -pregunta Dani bajando las escaleras-. Te he escuchado gritar.

-Estoy bien -contesto seca-. Es solo que tu hermano nos ha encerrado aquí y ahora no puedo salir.

Se crea un silencio muy incómodo en el que los dos miramos el suelo, hasta que segundos después a Dani parece encendérsele la bombilla.

-Puedo abrirte con mis llaves.

-Por favor -contesto de mal humor.

-No puedo, se las ha llevado -informa avergonzado después de comprobar el mueble de la entrada.

-Genial -susurro.

Sin decir nada más, subo a la habitación de Jesús y me siento en su escritorio con el teléfono. A los pocos minutos, entra Dani.

-¿Podemos hablar?

Le miro en silencio. Es increíble que hayan sido capaces de armar una encerrona así solo por hablar conmigo. Y más cuando le he repetido por activa y por pasiva que no quiero saber nada de él.

-Tú dirás -me rindo bloqueando el teléfono para concentrarme en lo que tiene que decirme.

-Te mereces una explicación -dice sentándose en la cama.

-Te escucho -sentencio sin dejar de mirarle.

-El día que me viste besando a esa chica, había salido a dar una vuelta porque en casa me estaba empezando a agobiar. Jesús y yo íbamos a contrarreloj con lo que nos habían pedido desde la discográfica y... no lo sé, pasé unos días con muchísima ansiedad y salí a despejarme. Paré en la fuente para beber agua y se me acercó una chica para preguntarme si podía hacerme una foto con ella. Le dije que sí, claro, nos hicimos un par de selfies. Después, ni siquiera sé lo que pasó, solo me acuerdo de que me estaba besando -me explica mirándome con intensidad-. Sé que no justifica nada, y que no cambia absolutamente nada tampoco, pero tienes que creerme cuando te digo que nunca te engañaría. Nunca pondría en peligro nuestra relación, porque eres lo mejor que me ha pasado. Eres la única chica de la que me he enamorado, y eres la única con la que me he dicho a mí mismo "Joder, Dani. Qué suerte has tenido, más te vale estar a la altura". La única con la que quiero compartir mi vida -susurra desviando la mirada hacia el suelo-. Eres demasiado para mí, Lorena. No puedo perderte.

Me quedo callada, mirándole sin saber qué decir. Sed sinceras: a vosotras os dice eso Daniel Oviedo, ¿y qué coño hacéis?

-Ya sé que no cambia nada, porque te he fallado y te he hecho muchísimo daño. Me duele saber que he sido el culpable de tus lágrimas estas últimas semanas, y entiendo perfectamente que no puedas perdonarme, pero te merecías escucharlo.

Le vuelvo a mirar en silencio, hasta que me bajo del escritorio de Jesús y me siento a su lado, consiguiendo extrañarle.

-No sé si voy a poder perdonarte -admito cogiéndole la mano, logrando que me mire-. Pero... a lo mejor puedo darte una segunda oportunidad. Siento no haberte querido escuchar antes, estaba demasiado enfadada y decepcionada contigo.

-No te preocupes, yo habría reaccionado igual -susurra desviando la mirada con vergüenza-. Es solo que...

-Cállate ya -ordeno con una media sonrisa, agarrándole del cuello de la camiseta y atrayéndole hacia mí-. Y bésame.

Siempre Tú [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora