Capítulo 52.

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Daniel

Han pasado ya tres semanas desde que Lorena salió del hospital y está con todos nosotros. Esta noche hemos quedado para ir a ver el concierto de Pablo Alborán los dos solos, después dormiremos en un hotel cerca del pabellón.

-Jesús, tío, ¿has visto alguna de mis camisas blancas? -pregunto al salir de la ducha.

-Dani, tápate, por favor -ríe al verme desnudo.

-Pero si me la has visto millones de veces -contesto poniéndome unos calzoncillos-. ¿Las has visto o no?

-Están en su sitio, en el armario -se extraña abriendo mi armario-. ¿Lo ves? Te veo nervioso, ¿va todo bien?

-Sí -suspiro cuando me da la camisa y me la empiezo a poner a toda prisa-. Es la primera vez que voy a salir a solas con Lorena desde hace dos meses.

-¿En serio? No me jodas. ¿De verdad ese es el motivo por el que estás nervioso?

-Sí, y no te rías -me molesto poniéndome los zapatos.

-Los pantalones -me hace notar al ver que no me los he puesto-. Todo va a ir bien, como siempre. Sois una pareja sacada de alguna novela vomitivamente perfecta y romántica.

-¿Y si no es así? ¿Y si la decepciono y me deja? O peor, ¿y si se me escapa un pedo?

-Tío, si no te ha dejado ya, no lo va a hacer ahora porque se te caiga un cuesco en la cena -dice intentando no reír-. Deja de dramatizar. Ni aunque tengas un gatillazo hoy en la cama te dejaría, está enamoradísima de ti.

Asiento en silencio y me pongo frente al espejo a peinarme y a terminar de arreglarme.

-¿Voy bien? -pregunto nervioso.

-Sí, pero espero que no pienses irte sin colonia. Ya sabes cuál es el lema de los Oviedo -ríe quitándose la ropa para ducharse.

-Un Oviedo no es un Oviedo si sale de casa sin perfumar -canturreo cuando se mete en la ducha-. Nos perseguirá toda la vida esa dichosa frase.

-Sí, bueno, es lo que tiene apellidarte así -carcajea de buen humor-. ¡El reloj!

-¡Joder! -exclamo volviendo a entrar al baño a por mi Rolex.

-¡Suerte esta noche, campeón!

-Será gilipollas, tanto vaciles y tantas coñas. Un gatillazo dice... -susurro poniéndome la gabardina mientras bajo las escaleras.

-¿Todo bien, hijo? -pregunta mi madre al verme.

-Dime la verdad: ¿voy bien?

-Vas guapísimo -sonríe dándome un beso en la mejilla-. Y además apestas a colonia, ¿tan importante es la noche de hoy para que estés así de nervioso?

-Cualquier noche junto a Lorena es importante -suspiro, provocando que me mire sonriente-. Pero llevamos dos meses sin quedar a solas, tampoco le he dicho lo de México y... no sé, mamá. Es un cúmulo de cosas.

-Va a ir todo bien, enano -sonríe mi padre saliendo del salón y mirándome-. Ve, no querrás llegar tarde a tu cita.

Jesús

Cuando escucho la puerta principal cerrarse, me quito la toalla de la cintura y bajo las escaleras de mi casa de buen humor.

-¿Y tu hermano desde cuándo se preocupa tanto por una cita? -me pregunta mi madre cuando me ve.

-Desde que se ha enamorado de verdad -sonrío entrando a la sala de la lavadora.

-Jesús, tápate -ordena mi padre soltando una carcajada-. Algún día saltarán la valla y te fotografiarán en bolas desde las ventanas.

-Domestica esa culebra, que camina sola -ríe mi madre, provocando la risa de mi padre.

Siempre Tú [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora