FIN DEL CUENTO

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En la penumbra que cubrió de ojeras a mi rostro, en la hoguera que lentamente se apagaba, en los sueños que poco a poco encubran su porvenir hacia lo pesadillesco, en esa pérgola vacía y alumbrada por farolas parpadeantes, en esas notas donde tu nombre fue plasmado, en ese concierto literario de mis neuronas por tu causa...; en todo ello descubrí que lo único que odio de este último tiempo es el acto de amarte.

Entonces comprendí que tu silencio era desaire y abandono, entonces deduje que tu insípida respuesta, al cantar de mis laureles, gozaba de un valor insignificante...; pude interpretar de tus afluencias hacia lo insulso, que mis toques y llamamientos no tenían sostén.

Mejor relajo mi corazón, que está tenso y con razón; le pediré que se calme y deje de sangrar por la herida de la ignorancia; las despedidas no tienen que acabar en el panteón de nadie, sino en el renacer de la verdad.

ANTOLOGÍA: RASGADOS DE NUREÑADonde viven las historias. Descúbrelo ahora