Las olas arremetían contra aquel viejo puente; poco a poco lo desgastaban, poco a poco le daban fin a su existencia.
La gente de aquel pequeño pueblo costero adolecía tal agravio de la naturaleza, las personas se arrodillaban y clamaban: "¡Deténgase Señor, deténgase!" mientras las lágrimas brotaban de sus retinas; el viento llevaba esos pesares a un receptor intangible de dudosa veracidad.
Una mujer de largos cabellos, de piel canela, de mirada profunda; una dama de Ébano reposaba sobre un islote cerca a la costa. Observaba la destrucción del puente mientras su corazón se quebraba; una Diosa que sentía culpa de sus actos, actos sin posible refracción.
-Al final el puente...descendió.
ESTÁS LEYENDO
ANTOLOGÍA: RASGADOS DE NUREÑA
PoetryLos Libelos de Diego, los "Rasgados de Nureña", un camino de escritos que conectará sus mundos con el mío; con el arco final.