Sin velo en la capilla, se extendían sus plegarias; con las sentaderas en la superficie de arcilla, llamando a su deidad: rogando por justicia, saciando el alma de sus verdugos con beatitud.
"Tú y yo, tú y yo, cautivos de la envergadura", exclamaba la dama santa en un manto de ataduras: son las luces, las tales cruces, aquellas que invierten sus ejes por plegarias de paz.
El corregidor de prosas, el hacedor de oraciones; el coctel de sangre, la infamia del hombre: una costumbre uniforme, con la daga en el pecho; son los panfletos inertes en su lecho, en la imperfección.
Inversión de sucesos, de argucias predilectas; marchitasen los claveles en la hoguera de Jesús: la aptitud de su rezo, de su brillo divino; vino a beber de su vino, de los entes malditos, de la laxitud.
Creman sus cuerpos y los particulizan; les dan honoríficos, nombres sin consecuencias: sufren sus espíritus, callan sus hocicos; refunfuñan por causa de Narciso y su pecado, por la imprenta de su cometido, por su putrefacción.
Y en el año bisiesto, los cánticos se escucharon; en la última luna, los gorriones trinaron. Los aullidos llegaron por los lobos, por los entes zoomorfos; el versículo no escrito, la regla verbal: "Que no llore la virgen, de hacerlo, a los infiernos caerás".
Un refrán en papiro, en las aguas del Mar Muerto; el sinónimo de malaventura, de descomposición: "El indescifrable yace en La Cámara de Guf, en los confines de su psique, en la negritud".
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ANTOLOGÍA: RASGADOS DE NUREÑA
PoesiaLos Libelos de Diego, los "Rasgados de Nureña", un camino de escritos que conectará sus mundos con el mío; con el arco final.