ASTRO MAYOR

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La malenquina y su corcel de negros pelajes, el acordeón es tocado por beodos de rabia y sin clase; las nubes se extinguen en el horizonte, entre los montes y los verdes parajes: "El peaje es impagable si el daño que se plasma en las hendiduras sigue en la intensificación".

No recuerdo tu mesura, tu lección ni tus andadas, solo atisbo tus martirios atorados en la nada; no me cuesta acender a un ritual, a una "Fiesta Pagana". Sin pregonar en simposios, caen en la más vil de las cuartadas: "No menciones al señor, no doblegues su carácter; no expires de tu mente a los que no han sabido amarte".

"Qué silencio, qué virtud; ¿te has perdido en la luna y su flagrante latitud?", su actuación es vivaz, yo carente de ímpetu; les doy miedo, se aterran, aconsejan estólidos, a los faltos de pulcritud. Se han narrado los vestidos de la mujer con manzanos en la cesta, esa hembra, que por hombres, fue aclamada como "Geisha": el kimono, las pinturas, una multitud de zeugmas; son crisalidas tan rotas, son una correspondencia.

Un concierto en solitario con Olimpo, con las garras de la bestia, con su instinto; se encacillan y vacilan, son los fieles de una secta producto del sincretismo. El prodigioso sicofanta, del hacedor de entelequias; al que le han de decir mago, confector de apariencias: "No le sirven las sonrisas, no le dan beneficiencia; solo el Astro Mayor, el que entiende su esencia".

No son lloros, ni sollozados lamentos, son intérpretes de brujos y de sus advenimientos: la parusía de Jesús y de sus conocimientos, un rejunto de consejos envueltos en la adivinación.

ANTOLOGÍA: RASGADOS DE NUREÑADonde viven las historias. Descúbrelo ahora