MURCIÉLAGO

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Salí a volar con mis compañeros, en la noche, buscando frutos, alimento; la supervivencia es el eje sine qua non de mis días. La luz derrite nuestros cuerpos, que agonizan y pasan a lamentar, por eso siento reposar mi accionar en la opacidad de la noche; que derroche de acidez.

Volví solo a la cueva, con veneno incapaz de matarme, pues no encontré ni manzanos ni higueras, solo sangre de culebra; la suerte que me carga es tan grotesca que no la alcanzo a dimitir.

Me alimenté de la bazofia, de esa materia fétida que pudre, carcome mi piel y mis alas. Yo que nunca tuve visión, ahora la tenía; yo que lucía de un cuerpo corrupto por la fealdad, me transformé en colibrí; yo que en la oscuridad vivía, pude ver el reflejo del sol; ahora mi realidad era diferente, más bella al dictamen de los demás.

La gente realmente es superficial, pues la sociedad no deja de ser un artificio; la vida de un colibrí es tan tormentosa, tener que beber néctar a cada momento para no morir, pues su cuerpo no puede detener; su existencia es la meca de la indiferencia de Dios.

Extraño mi vida de murciélago, quiero volver a comer fruta por las noches y regresar a mi guarida en paz; pero desde que caí en el infierno de los hombres, y en el entendimiento de un mundo nihilista, mi carácter se desmoronó.

ANTOLOGÍA: RASGADOS DE NUREÑADonde viven las historias. Descúbrelo ahora