CARTA

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Kiara, me dirijo a ti con avaricia, codiciando tu preciada atención. La gente habla de amor platónico, de esa idea corrupta por la sociedad, donde el hombre es aquel ente gaznápiro que se convirtió en una atrocidad por idolatrar a alguien; Platón tenía claro que el amar era la búsqueda de la belleza en el alma de la otra persona, mas no la completa sumisión. Busco esa sensación de platonismo, de llenura contigo, de satisfacción por asimilar la virtuosidad que se esconde en tu espíritu. Qué declaración más pomposa, muy mía, la verdad, ¿quién más podría ser así de peculiar?

Te aseguro que no sé pintar, puedes estar tranquila, que de mí no verás un cuadro de Dalí ni un arte indigenista como el de Vasconcelos; es una lástima no poder retratar tu rectitud y atractivo por mi falta de talento. Sin menos que fervor, a usted, Dulcinea, venga a actuar como el Quijote; quiero representar mi amargura por no saber de tu toque, ni con Rocinante a monte pude llegar a "La Mancha", al molino de tu corazón.

Está bien, basta de referencias, mucha admiración y poca paz en mis versos, lamento profundamente ser ese chico impertinente de ego a rimbombar. Cuídate y nunca te conviertas en "Ratón de Campo" como yo, tan fan del Erizo y de su frío invierno, que cuestiona todo mientras camina como buen peripatético ¿Intento proyectar un panorama ético?, solo tú conoces la respuesta, Edipo y su complejo no.

ANTOLOGÍA: RASGADOS DE NUREÑADonde viven las historias. Descúbrelo ahora