Capítulo 15

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Sky

Se me escapó una pequeña sonrisa cuando, el martes de la semana siguiente, Adam me abordó en medio del pasillo para mostrarme su brillante nota. Sus ojos relucían de entusiasmo.

—¡He aprobado! —exclamó, muy orgulloso—. No me toques, he sacado un notable alto.

—¡Enhorabuena! Sabía que lo lograrías. No hay nada que no puedas alcanzar.

—He tenido la mejor maestra. —Me guiñó un ojo—. Gracias por ayudarme. Sin ti, estaría perdido.

—Eres un exagerado.

Me tomó por los hombros.

—Te debo mi vida, mi alma y mi corazón.

Le di un manotazo.

—No seas bobo.

Un par de compañeros nos miraron como si tuviéramos un tercer brazo. Fue ahí, en ese preciso instante, en el que me di cuenta de que había bajado mi escudo sin darme cuenta. Adam me estaba volviendo una chica fácil, accesible. No, nadie debía saber jamás que Sky no era la persona que decía ser.

El pelinegro me colocó las manos en la barbilla para que no me alejara, y con ese simple contacto volvió a desestabilizar mi escudo. Maldito.

—Eh, ¿qué pasa?

Me deshice de su agarre.

—Nada —murmuré con el pulso revolucionado. El recuerdo del segundo casi beso estaba grabado a fuego en mi interior. Si no hubiese sido por su madre, lo habría besado y a saber qué habría pasado con nosotros. Los amigos no se besan. Sacudiendo la cabeza, añadí—. Yo... Tenemos que ir a clase.

—Sky...

Pero no lo dejé terminar. Debía volver a ser la misma Sky de siempre, así que lo evité durante las dos horas siguientes, pero justo en la hora de matemáticas, cuando lo tenía a la derecha, sentí que me daba un golpecito en la mano. Miré la hoja de su cuaderno. Había escrito:

«¿Estás bien? ¿Te has enfadado conmigo?»

Era tan mono. Si supiera que con la única que estaba enfadada era conmigo misma...

«No estoy enfadada. ¿Me dejas atender? No quiero descuidar la media.»

«Olvidaba que estaba hablando con la perfecta Sky.»

Le dibujé una mirada fulminante antes de ponerme a adelantar la materia. Mientras el profesor explicaba la lección, resolví los ejercicios que había en la hoja contigua, justo debajo de la teoría. Eran tan fáciles que pude sacar la respuesta de cabeza, pero, claro, los profesores querían todo el proceso para asegurarse que no habías copiado o hecho con calculadora. Aguafiestas.

Un papelito arrugado cayó sobre mi cuaderno abierto. Lo desdoblé.

«¿Qué haces, luciérnaga?»

«Deberes.»

«No nos lo ha mandado.»

«Tarde o temprano lo hará, hoyuelos.»

«Por favor, no te cierres conmigo. Los amigos deben confiar en el otro.»

Lo observé y él hizo lo mismo en silencio. Jugueteé con el bolígrafo entre los dedos unos segundos antes de inclinarme sobre la hoja.

«¿Por qué eres tan bueno conmigo?»

«Me caes bien, Sky. Creo que tú y yo nos vamos a volver inseparables.»

«Siempre y cuando no le cuentes mis secretos a tu grupito de amigos. Ellos no me soportan.»

«¿Y tú no?»

¿Cómo explicarle que todo lo que hacía era para no involucrarme con los demás? ¿Que me asustaba salir lastimada?

«No te fíes de las apariencias, porque nada es lo que parece.»

Cuando sonó el timbre que daba por finalizada la clase, recogí mis cosas. Adam me dio un golpecito en el brazo, pero cuando abrió la boca para hablar una voz cantarina se le adelantó:

—Eh, Adam, ¿vienes a la cafetería?

Por supuesto, Felicity tenía que interrumpirnos. Estaba en las filas centrales, lo suficiente lejos como para tener que levantar bastante la voz y para no poder escucharnos hablar.

—Sí, claro. Dame un minuto —le pidió el. Se metió las manos en los bolsillos del pantalón del uniforme de color gris para después volver a centrarse en mí—. ¿Quieres que esta tarde te lleve al centro?

Me recoloqué un mechón que se me había salido de la coleta.

—No hace falta. Puedo ir perfectamente en autobús.

—Sky, los amigos se hacen favores. Además, gracias a ti he aprobado la recuperación. Te debo una. Deja que al menos sea tu chófer personal.

Vale, Adam acababa de mandarme una imagen mental de él y yo, en el coche. Solo que no es que estuviéramos yendo al centro precisamente. No, sus manos estaban por todo mi cuerpo, sus labios muy cerca de los míos. Quería, deseaba tanto bajar el escudo y romper los escasos centímetros que nos separaban. Pero, ¿qué dirían los demás? Era la chica mala. Estoy segura de que se me tirarían encima, que me acusarían de algo que no he hecho con tal de alejarme de él.

Porque Adam era un buen chico.

Es lo mejor que te ha pasado en la vida.

Me hacía reír y me sacaba una sonrisa en mis días más grises. Quería verlo incluso cuando ni me aguantaba a mí misma. Era tan bueno conmigo, tenía tanta paciencia. Me derretía tanto esa sonrisa que parecía tener tatuada en los labios.

Te encanta ese bombonazo.

Un golpecito en la nariz me llevó de nuevo al mundo real.

—Eh, ¿dónde te has metido?

Parpadeé. Fue entonces cuando caí en que no le había contestado. ¿Qué me había preguntado?

—Somos amigos.

—Lo somos —confirmó con esos hoyuelos irresistibles.

—¿No te importa?

Soltó una serie de carcajadas.

—¿Cómo me va a importar, Sky? Me divierto mucho contigo, aunque de vez en cuando seas un poco gruñona.

—Yo no soy gruñona.

Me lanzó un guiño.

—Si tú lo dices. Te pasaré a buscar a las cuatro en punto, preciosa. No me eches mucho de menos.

—Si eres tú el que no puede aguantar ni un solo minuto sin mí —lo desafié.

—¿Me estás retando? —Enarcó una ceja—. Porque desde ya te digo que vas a ser tú quien caiga primero, bonita.

Esbocé una sonrisita confiada.

—Dime, ¿y si eres tú quien me besa primero?

—Si por alguna razón yo te beso antes, haré lo que tú quieras. Pero si eres tú quien me da un beso, cosa que veo muy factible porque estoy buenísimo, cariño, quiero que empieces a ser más tú misma.

—¡Los amigos no se besan!

Ahora es que sonreía muy seguro de sí mismo era él.

—¿Tan poco te fías de que puedas tener las manos alejadas de mí? Voy a hacer todo lo posible para que caigas primero.

—No si yo puedo evitarlo.

—¿Qué te apuestas?

Se despidió de mí con un gesto de la mano y solo cuando lo perdí de volví respirar. Con una sonrisa discreta, seguí recogiendo todo de la mesa. Aún flotaba en mi cabeza su sonrisa y esa voz que me parecía tan sexy e irritante al mismo tiempo.

Estás enamorada de Adam.

Más de mil razones para odiarte (Más de mil razones I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora