Capítulo 40

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♪ Adam

Nathalie y Felicity me secuestraron hasta la tarde del domingo. Con el pretexto de llevar muy avanzados los exámenes, me convencieron para que me quedara a almorzar. Sentí una punzada de decepción al no ver a Sky en toda la mañana y supongo que, al notar cómo se me iban los ojos hacia las escaleras, Nathalie comentó:

—Sky se ha ido pronto esta mañana. Ha dicho algo de que tenía cosas que hacer y que no volvería hasta la tarde.

Fruncí el ceño. Qué raro...

Su padre resopló, sentado en el frente de la mesa.

—No sé qué hacer con esa niña malcriada. Hace siempre lo que quiere.

—Es fin de semana. Déjala respirar —le pidió su mujer—. Es la mejor de la clase. Se puede permitir salir el sábado y el domingo.

—Si tan solo aprendiera a comportarse...

Nathalie dio un golpe sobre la mesa.

—¿Puedes dejar de comportarte como un capullo e intentar comprenderla? Tienes suerte de tener una hija tan dulce como Sky.

Su marido arrugó los labios.

—No entiendo a qué viene esto.

Felicity la defendió.

—Lo que mi madre quiere decir es que deberías ponerte en su lugar. Discutís a todas horas. Normal que lo único que haga sea encerrarse en su habitación o huir a donde sea que vaya. Dale un poco de tregua. Déjala seguir su propio camino. En estas semanas he podido conocerla mejor y no es tan mala como aparenta ser.

Eso era cierto. Si bien aún no se había abierto en público, antes de su caída en picado la había notado mucho más relajada que de costumbre.

El hombre se cruzó de brazos.

—Esa muchacha no va a cambiar nunca. Esta última fase rebelde ya es la gota que colma el vaso. No soporto que se crea que puede hacer lo que le da la gana.

No me pude quedar callado. Lo desafié con la mirada, alcé el mentón y argüí, confiado:

—¿Acaso no sabe por qué su hija ha estado tan apagada este último mes? ¿Le ha contado que su mejor amigo ha muerto, que se siente sola? Lo único que ella quiere es que la amen como se merece y no voy a permitir que siga empeñado en ver todo lo negativo cuando ella no es la mala de la historia. Sí, puede ser un poco gruñona, pero bajo toda esa fachada se esconde alguien completamente diferente. ¿Por qué no se limita a conocerla mejor, como Lizzie y su mujer han hecho?

Se puso en pie. Sus ojos azules, de la misma tonalidad que los de Sky, refulgieron con fuerza, fríos como un iceberg. Por primera vez, sentí un miedo atroz a que me despedazara vivo, pero no iba a dejar que hablara tan mal de la chica más alucinante de todas.

—¿Quién te crees tú para hablarme de esa manera?

Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. De pronto, el ambiente se había vuelto tan tenso que podía palparlo con los dedos de las manos. Felicity me tiró del brazo para que me callara, me lanzó una miradita alarmada, pero no pude contenerme.

—Soy su novio.

Durante unos instantes se quedó parado como un pasmarote, los hombros rígidos y los labios apretados en una fina línea. Notaba el pulso a mil revoluciones por segundo mientras pensaba en que iba a acabar conmigo si no cerraba el pico. ¿Cómo callarme cuando el tío estaba siendo demasiado injusto con su hija?

Pronto, volvió a ser el mismo perro viejo de siempre. Soltó una carcajada amarga que me puso los pelos de punta.

—¿Tú, enclenque? ¡Es absurdo!

Más de mil razones para odiarte (Más de mil razones I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora